Ucrania. 

A principios de marzo, cuando el avance del ejército ruso en la región ucraniana de Zaporiyia parecía inevitable, Natalia Cherguik se fue hacia el oeste en un camión cargado con una tonelada de cuadros, armas de colección y cerámicas del siglo XVII.

«Recorrimos 1 mil  kilómetros en cinco días. Fue un viaje espantoso, conducíamos con aviones pasando por encima de nuestras cabezas sin saber siquiera si eran ucranianos», recuerda la mujer de 50 años, comisaria de la exposición del museo de Jórtytsia.

«Lo más difícil fue convencer a la gente en los controles de no registrar las colecciones y dejar pasar al camión lo más rápido posible», continúa.

La isla-museo de Jórtytsia, en medio del río Dniéper que baña Zaporiyia, estuvo ocupada desde el siglo XVI por los cosacos ucranianos, que hicieron de ella su base hasta que la destruyó la emperatriz Catalina II de Rusia en 1775.

Allí nació la primera «Sich» de Zaporiyia, un régimen político que practicaba la democracia directa.

Es «un lugar sagrado para la historia de Ucrania», confía a la AFP Maksym Ostapenko, de 51 años, que dirige el museo creado en ese lugar, un importante centro cultural del país que alberga decenas de objetos históricos hallados en investigaciones arqueológicas.

«Plan de evacuación» 

Originario de la región, Ostapenko se unió al ejército ucraniano al comienzo de la invasión rusa, como la mayoría de sus colegas. Pero no por ello abandonaron el museo.

«En realidad, habíamos esbozado un plan de evacuación en 2014, después de la anexión de Crimea» por Rusia, explica Ostapenko. «Elaboramos una lista prioritaria de un centenar de obras, las más valiosas, que debían ser evacuadas en caso de peligro».

«El patrimonio cultural no puede ser reconstituido. Estamos obligados a tomar precauciones», insiste el director.

Ya el 23 de febrero, dos días después de un discurso de Vladimir Putin que dejaba pocas dudas sobre la futura invasión, los equipos del museo empezaron a desmontar las colecciones.

Y cuando Moscú lanzó su ofensiva el día después, iniciaron la evacuación bajo los bombardeos rusos.

El ejército ruso quedó frenado a unos 40 km al sur de Zaporiyia y no llegó a tomar Jórtytsia, pero tres misiles cayeron en la isla sin impactar el museo.

Por contra, la «Sich Kamianska», una de sus filiales situada más al sur, en la región de Jersón, donde se ideó la primera constitución ucraniana, fue rápidamente ocupada por las tropas rusas.

«El personal ya no tiene acceso al lugar. Además, hace tiempo que no tenemos contacto con nuestros colegas», lamenta Ostapenko.

Saqueo

Según la Unesco, 175 lugares culturales han resultado dañados en Ucrania desde el inicio de la guerra.

El ministerio ucraniano de Cultura considera que unos 100 museos y casi 17 mil  objetos de patrimonio cultural se encuentran en los territorios ocupados.

A 60 kilómetros de Jórtytsia, la localidad de Vasilivka, cercana a la línea del frente, fue ocupada por el ejército ruso en los compases iniciales de la invasión.

La ciudad alberga la mansión de Popov, un peculiar edificio neogótico del siglo XIX dañado por los disparos a principios de marzo.

Una parte de la plantilla del museo decidió quedarse. Su directora, Anna Golovko, de 39 años, vive en Zaporiyia pero intenta mantenerse en contacto con sus compañeros.

«Hacen todo lo que pueden para preservar, pero es extremadamente complicado. Cuando recubren una ventana, otro bombardeo la hace estallar», explica.

La plantilla del museo no tuvo tiempo de evacuar fuera de los territorios ocupados las colecciones de la mansión que, desde el día después de la caída de la ciudad, fueron visitadas por militares rusos que, según Golovko, querían saquear el patrimonio.

A principios de agosto, dos de sus colegas fueron encarcelados durante cuatro días e interrogadas para que desvelaran la ubicación de las colecciones, denuncia.

En cuanto a Natalia Cherguik, ha vuelto a vivir a Zaporiyia tras un periplo por el oeste pero admite que el destino del patrimonio ucraniano, sobre todo en las regiones ocupadas, es una cuestión «dolorosa y omnipresente» para ella.

«Si no conseguimos salvar nuestro patrimonio cultural, la victoria de Ucrania no valdrá para nada», asegura.