Iberoamérica. 

Las diferentes especies de mariscos consumidas por el hombre viven en una amplia variedad de climas y están distribuidos por el mundo en una extensa gama de ecosistemas. Su adaptabilidad ha promovido su resiliencia contra la extinción, según un nuevo estudio publicado en Nature Communications. De hecho, muchos de los rasgos que hacen que estas especies de bivalvos sean atractivos para los humanos, también han hecho que su riesgo de extinción sea menor.

El registro fósil nos muestra que las especies más propensas a desparecer son las que tienen áreas de distribución geográfica más pequeñas, ocupan aguas con rangos de temperatura estrechos y proceden de grupos biológicos de los que ya se sabe que tienen altas tasas de extinción ‘natural’”, explica a SINC Stewart Edie del Instituto Smithsoniano (EE UU).

El estudio encontró que los humanos tienden a cultivar bivalvos con tamaño grande, de aguas poco profundas, que ocupan una amplia área geográfica y sobreviven a diferentes temperaturas. Esos dos rasgos finales también hacen que la mayoría de las especies de bivalvos explotadas sean menos susceptibles a los tipos de presiones y peligros que han eliminado a otras especies del registro fósil.

«Es algo irónico que algunos de los rasgos que hacen que las especies de bivalvos sean menos vulnerables a la extinción también las hacen mucho más atractivas como fuente de alimento, siendo más grandes y encontradas en aguas menos profundas «, apunta Shan Huang, de la Universidad de Birmingham.

Una gestión sostenible que le corresponde a los humanos

Al mismo tiempo, los autores de este trabajo advierten que la demanda humana puede ponerlas a ellas y a los ecosistemas de los que forman parte, en peligro. «Los humanos pueden transformar el medio ambiente en un abrir y cerrar de ojos geológico. Tenemos que gestionar de manera sostenible estas especies para que estén disponibles para las generaciones que vendrán después de nosotros», subraya Edie.

Los investigadores identificaron también ciertas regiones oceánicas como de especial preocupación para la gestión y la conservación. En la actualidad, las especies explotadas con esos rasgos se concentran en los trópicos del Atlántico oriental y en las costas templadas del Pacífico nororiental y sudoriental.

“En comparación con todas las especies de Europa, alrededor del 40 % de las 120 especies explotadas en estas zonas presentan una vulnerabilidad intrínseca a la extinción superior a la media. Por supuesto, esta medida intrínseca no tiene en cuenta el impacto combinado de los factores de estrés provocados por el hombre sobre poblaciones concretas. Solo la capacidad general de una especie para resistir perturbaciones y presiones, un enfoque que consideramos útil como marco básico”, resalta.

801 especies explotadas en todo el mundo

Después de estudiar la literatura científica y darse cuenta de que no había una lista completa de todas estas especies, Edie y su equipo se propuso documentar la variedad utilizada por los humanos.

De esta forma, aumentaron drásticamente la lista de bivalvos, como almejas, ostras, mejillones o vieiras  que se sabe que se cultivan. En total, existen 801 especies de este tipo, una cifra que supone un aumento significativo respecto a lo que estimaba la base de datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), que recogía 720.

«El efecto humano, por lo tanto, puede eliminar desproporcionadamente a las especies más fuertes. Al identificarlas y lograr que sean reconocidas en todo el mundo, la pesca responsable puede diversificar las que se recolectan y evitar que las ostras se conviertan en los dodos del mar», apunta Edie.

Existen ejemplos como Estero Bay, Florida, donde la tribu indígena de los calusa cosechó de manera sostenible unos 18,6 mil millones de ostras y construyó una isla entera y montículos de 9 metros de altura con sus conchas.

“Se calcula que, a lo largo de muchos años, la tribu Calusa ha recolectado de forma sostenible estos millones de ostras, lo que demuestra que las poblaciones naturales pueden adaptarse a la recolección cuando el medio ambiente está sano, una consideración clave teniendo en cuenta situación actual de los océanos”, expone.

La sobreexplotación puede producir un colapso

Pero la historia de los humanos que cosechan bivalvos también está plagada de muestras de sobreexplotación, en gran parte originadas por los colonizadores europeos y pesquerías comerciales mecanizadas, que llevaron a colapsos de poblaciones de ostras en lugares como la Bahía de Chesapeaken (EE UU), la Bahía de San Francisco (EE UU) y la Bahía de Botany cerca de Sídney (Australia).

“Es casi seguro que la destrucción del hábitat ha afectado a los bivalvos explotados. El importante declive de los arrecifes de ostras, debido al deterioro de la calidad del agua costera, es un ejemplo llamativo. El dragado del fondo marino puede demoler los hábitats de muchas más especies que viven en las plataformas continentales”, indica el científico.

La sostenibilidad de las capturas depende del mantenimiento de poblaciones viables, es decir, que no se agoten más rápido de lo que pueden reproducirse de forma natural. “Trasladar gran parte de las capturas a poblaciones de piscifactoría puede ser una forma de satisfacer la demanda al tiempo que se reduce el impacto de la explotación sobre las poblaciones naturales y sus hábitats”, argumenta el científico del Smithsonian.

Datos para mejorar su conservación

Después de recopilar todas las especies que encontraron mencionadas en más de 100 estudios previos, los investigadores comenzaron a investigar posibles similitudes y patrones. Con estos datos esperan que se mejoren las decisiones de conservación y su gestión en el futuro. Específicamente, su lista identifica regiones y especies como particularmente propensas a la extinción. En una línea similar, la lista puede ayudar a identificar especies que requieren más estudios para evaluar su riesgo actual de extinción.

«Queremos usar lo que aprendimos de este estudio para identificar cualquier bivalvo que se esté cosechando que aún no conozcamos. Para manejar las poblaciones de manera efectiva, necesitamos tener una imagen completa”, concluye.

La investigación apoya la iniciativa Life on a Sustainable Planet del Smithsonian, un gran esfuerzo para recopilar nuevos datos sobre el planeta cambiante, implementar enfoques holísticos y multiescala para la conservación del medio ambiente y educar al mundo sobre por qué y cómo las soluciones sostenibles al cambio climático pueden beneficiar a las personas y la naturaleza.