México.

¿Qué hiciste hoy? ¿Te bañaste? ¿Diste un paseo? ¿Comiste? ¿Lo disfrutaste? Todo lo que hacemos depende en cierta medida de los ecosistemas. Para que tengamos bienestar, es indispensable que los ecosistemas estén saludables. Esta relación no es en un solo sentido. Los ecosistemas y su salud dependen de lo que tú, yo y toda la humanidad hagamos.

¿Pero qué significa que los ecosistemas estén saludables? Que sus especies y elementos no vivos, como los ríos y el aire, interactúen de manera que haya suficientes recursos para sostener la biodiversidad y la calidad de vida de muchas especies, incluida la nuestra, y que también se mantengan los ciclos naturales como el del agua y nutrientes.

Los humanos, a través de los cientos de miles de años que llevan viviendo en el planeta, hemos evolucionado y aprendido a vivir con lo que los ecosistemas ofrecen cuando están saludables.

Los ecosistemas sanos tienen funciones que no solo son útiles, sino indispensables para la vida humana. Todos los beneficios que la humanidad obtiene de los ecosistemas son lo que se conoce como servicios ecosistémicos, por ejemplo, la provisión de alimento, fibras y materias primas, agua limpia, sustancias o plantas para la elaboración de medicinas, el buen clima, la protección contra inundaciones, plagas y enfermedades, así como contar con sitios para la recreación, el disfrute, la inspiración y la espiritualidad.

Todos estos beneficios en conjunto crean un suministro constante de servicios ecosistémicos que contribuyen al bienestar individual y social. A pesar de la importancia de los ecosistemas, a veces se olvida que la calidad de vida depende de ellos.

Muchas actividades humanas afectan los servicios ecosistémicos, algunas tienen impactos negativos, otras pueden tener impactos positivos. Hay actividades que podrían aumentar algún servicio ecosistémico y al mismo tiempo disminuir otro. Este tipo de acciones deben de analizarse cuidadosamente, ya que pueden tener severas consecuencias a largo plazo, pues al favorecer un servicio ecosistémico de manera desordenada y descontrolada podrían disminuir los beneficios de todo el ecosistema en el futuro.

Por ejemplo, transformar ecosistemas naturales en tierras para la agricultura, puede traer más provisión de alimentos y beneficios económicos a corto plazo, pero también puede contaminar el agua y alterar ciclos naturales, impactando de forma negativa el funcionamiento de los ecosistemas y los servicios fundamentales que proveen y garantizan el bienestar social y la vida humana.

Incluso llegar al punto en que los ecosistemas pierdan la capacidad de proveer los servicios necesarios para un nivel adecuado de bienestar humano. Y esto tendrá consecuencias a nivel individual, social y global, afectando la economía, bienestar de la población, salud, seguridad alimentaria, entre otros muchos problemas. Pero no todo lo que hacen los humanos es negativo para la naturaleza.

Hay actividades que pueden contribuir al buen funcionamiento de los ecosistemas y los servicios ecosistémicos. El uso sostenible de los recursos, la conservación y la restauración son ejemplos de esto. Ya sea que vivas en el campo o la ciudad, que trabajes en una oficina o al exterior, o que experimentes poco o mucho las consecuencias de la degradación ambiental.

Todas las personas dependemos totalmente del funcionamiento de los ecosistemas del planeta y eso nunca va a cambiar. Lo que sí puede cambiar son las decisiones que tomas sobre la relación con la naturaleza que finalmente afectan en el bienestar propio. ¿Cómo puedes contribuir a la salud de los ecosistemas?

Por: RED MPC.