Brasil.

Para recobrar su estructura original luego de un año y medio de reformas, el pequeño Palacio de la Isla Fiscal considerado uno de los sitios más icónicos de Río de Janeiro por estar construido sobre una minúscula isla en medio de la bahía de Guanabara, reabre sus puertas al público este fin de semana, tal como fue ideado dos siglos atrás.

De estilo neogótico y pintado con un llamativo verde, el palacete no pasa desapercibido para quienes transitan por la región portuaria de Río. Destaca en la edificación de una torre central de 53 metros de altura, con un reloj alemán y varios chapiteles a su alrededor.

Por su belleza, ubicación y fácil acceso, el castelinho es uno de los sitios más apetecidos por la alta sociedad brasileña para fiestas, matrimonios y eventos. Más de 40 mil personas lo visitan al año y un evento allí puede costar entre 4200 y 20 mil 800 dólares.

Lejos de imaginarse como un paraíso, el islote de apenas 7 mil metros cuadrados fue ideado para servir de aduana por su estratégica localización. Justo a la entrada del puerto de la ciudad.

El lugar está lejos de representar el frío despacho con el que se le denomina. La fama de este castelinho, sin embargo, no fue por el servicio de Aduana, sino por un fastuoso baile de gala que terminó siendo el último del imperio, pues el 15 de noviembre de 1889, seis días después del evento, un golpe cívico militar proclamó la República derrocando a Pedro II.