Berlín. 

El Rin, un río identificado con la prosperidad alemana, sufre los efectos de una sequía que diezma el transporte de mercancías y agrava la crisis energética, mientras en el otro extremo del país se lucha contra una catástrofe plasmada en toneladas de peces muertos flotando sobre el río Oder.

Las imágenes que dejan estos dos grandes ríos a su paso por Alemania, al oeste y al este, es de desolación. El Rin, clave para el transporte de carbón y materias primas, está bajo mínimos y solo navegable con carga reducida -y, por tanto, ruinosa para el sector-.

En el Oder, fronterizo con Polonia, se busca el origen de la muerte masiva de peces que se extendió ya hasta el Báltico. Las hipótesis apuntan a vertidos tóxicos, lo que unido al bajo caudal habría precipitado la catástrofe.

El nivel de las aguas del Rin marcaba este domingo 37 centímetros, con pronóstico de bajar a 30 el lunes. Esto no significa que sea ésa la profundidad del río, sino que es la diferencia estimada entre la superficie de las aguas y el llamado «punto cero», a partir del cual podría interrumpirse la navegación.

La profundidad real en la zona media de navegación está en los 1,54 metros en Kaub, que es el tramo más complejo para el transporte fluvial. La navegación solo es posible con carga reducida y con menos cargueros navegando al mismo tiempo.

«Las posibilidades de navegación son escasas y los mercantes transportan apenas una parte de su carga habitual», alertó la Cámara de la Industria Alemana (DIHK) desde el portal Redaktionsnetzwerk Deutschland (RND).

La consecuencia es un encarecimiento del precio del transporte fluvial, lo que en un contexto de inflación y de precios disparados de los carburantes convierte en ruinoso el sector.

Todo ello, en un momento crucial para el transporte de carbón a través del Rin. Se está recurriendo a esta energía fósil -de la que Alemania quería apearse en 2038- para substituir al gas.

Los suministros a través del gasoducto Nord Stream bajaron al 40 % de su capacidad con el inicio de la guerra de Ucrania y luego descendieron hasta el 20 %-. El propósito del Gobierno de Olaf Scholz es almacenar el gas ruso de cara al invierno.

Los depósitos están ya al 75 % de su capacidad, que era el objetivo marcado para 1 de septiembre. El siguiente paso es llegar al 5 % en octubre y del 95 % en diciembre. Hasta entonces, y ante una eventual reducción drástica de los suministros de gas ruso, se recurre al carbón.

El Rin, con 1.230 kilómetros, desde su nacimiento en los Alpes suizos hasta su desembocadura en el Mar del Norte, es navegable en 883 kilómetros y la mayor arteria fluvial de Europa. Atraviesa las regiones más industrializadas de Alemania, además de varias regiones fronterizas de Francia.

Grandes núcleos urbanos de Renania del Norte-Westfalia, el «Land» más poblado de Alemania, han tenido que luchar a menudo contra crecidas del río que inundaban barrios enteros de Düsseldorf o Colonia. De pronto sus márgenes ofrecen un paisaje reseco, sin pronósticos de alivio inmediato.

Recompensa por el presunto «envenenador»

A esa versión desolada del Rin en un verano tórrido, también en Alemania, su suma la catástrofe ecológica del Oder, que se inició en territorio polaco.

El Gobierno alemán ha apremiado a Polonia a aclarar las circunstancias del supuesto envenenamiento del río Oder, frontera natural entre ambos países.

«Ha habido problemas de coordinación y de comunicación», afirmó la ministra de Medioambiente, la verde Steffi Lemke, en una visita a la región afectada.

Las circunstancias que han provocado la muerte de toneladas de peces siguen sin haberse aclarado. Inicialmente se habló de vertidos tóxicos, incluido mercurio, procedentes de alguna planta industrial polaca.

Se han identificado altos índices de salinización en las aguas, lo que unido al bajo caudal podría haber precipitado la muerte masiva de peces.

Por parte alemana se ha reprochado a Polonia que, pese a haberse detectado el problema en su territorio hace semanas, hasta el pasado jueves no se notificó.

Las autoridades del «Land» de Mecklenburgo Antepomerania, en el norte de Alemania, han identificado ya los primeros efectos de la contaminación en la desembocadura del río. Centenares de voluntarios trabajan en la recogida de cadáveres de los peces para evitar la extensión del envenenamiento a las aves.

El primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, admitió ayer fallos en la detección de esa catástrofe ecológica y garantizó que se hará «todo lo posible» para minimizar los daños.

La policía polaca ha ofrecido una recompensa por el equivalente de 210.000 euros para la localización de los responsables de lo que podría ser un envenenamiento deliberado o accidental.