Colombia.

El replique de la marimba, el toque seco de la guasá y el son de los tambores volvieron este fin de semana a la ciudad colombiana de Cali en la fiesta más grande del Pacífico, el Petronio Álvarez, donde la música tradicional de las comunidades negras dejaron huella y abrazaron a la escena urbana, con ChocQuibTown como broche de oro.

La mayor fiesta de la cultura afro de Latinoamérica tuvo el sábado su fiesta mayor, en la que ganadores de ediciones anteriores empezaron caldeando el ambiente para dejar paso a maestras de la talla de Totó la Momposina, Nidia Góngora, Zully Murillo o la peruana Susana Baca, pero que se abrió, por primera vez y en un debate que está candente, a ritmos urbanos.

«No importa que seamos raperos porque amamos la ancestralidad y la llevamos dentro, y eso es más importante que hacer música tradicional», clamaba Goyo, cantante de ChocQuibTown, a las decenas de miles de personas que se agruparon anoche en la Unidad Deportiva Alberto Galindo, en el sur de la ciudad, para este evento gratuito.

De hecho, por primera vez, la organización del festival ha dejado un bloque musical entero a un ensamble de artistas como «Dawer X Damper», «Carolina Mosquera» o «Hendrix B» que, de raíces pacíficas y piel negra, usan el rap, el reggae o el afrobeat con esa esencia de marimba y tambor.

ChocQuibTown, hijos predilectos del Petronio donde concursaron hace más de 15 años y que cerraron la noche, comenzaron su actuación con «Somos Pacífico», el himno no oficial del festival, pero que suena a todas horas en todos los pabellones, escenarios alternativos e incluso baños.

Y así, Goyo, Slow Mike y Tostao, ondeando una gran bandera colombiana y otra del Chocó, su tierra natal, pusieron a bailar a los asistentes y a agitar las características pañoletas blancas, y estrenaron también una canción nueva, «Esto se va a poner bueno», que decidieron presentar en el festival e incluso aprovechar uno de los escenarios donde más cómodos se sienten para grabar el videoclip.

La estrella invisible

La estrella de la noche, aunque no pisó el escenario y permaneció escondida entre el público como una espectadora más, fue otra de las hijas predilectas del Pacífico y la mayor exponente actual de esta zona colombiana ante el mundo, la vicepresidenta colombiana, Francia Márquez.

«Es muy especial estar aquí porque hoy Colombia sonríe diferente», aseguró Goyo durante su actuación, momentos antes de agradecer y mostrar su admiración a Márquez, la primera vicepresidenta negra de Colombia, que se ha convertido en un símbolo de esperanza para muchos pueblos de esta zona, que nunca han estado representados y donde los Gobiernos colombianos nunca han querido mirar.

Las estrofas de «Todo el mundo quiere irse de aquí», de su mítica canción «De donde vengo yo», se mezclaban esta vez con una reivindicación de su tierra y con la ya característica frase de la vicepresidenta «vamos a vivir sabroso».

También los brasileños Ile Aiyé, que actuaron en nombre del país invitado, repitieron una y otra vez el «vamos a vivir sabroso», mientras no paraban de hacer sonar los tambores y bombos ante un desbordado público, venido de todas partes del Pacífico y que ansiaba regresar a Cali a su fiesta mayor.

Cocina, moda y mucho viche

A pesar de que todo gira en torno a la música, pues el Petronio Álvarez al fin y al cabo nació como un concurso de bandas y grupos del Pacífico -este domingo se conocerán los ganadores de esta XXVI edición-, el festival se ha vuelto una muestra de toda la cultura del Pacífico, una de las zonas más excluidas, saqueadas y ninguneadas del país.

Muestras de partería tradicional, el cantar de las ballenas aunado con las voces profundas de las cantaoras del Pacífico, una pequeña muestra de la cultura negra brasileña y muchos turbantes, instrumentos y artesanías estuvieron presentes en el recinto del Petronio.

Modelos jóvenes y experimentadas -todas ellas negras- desfilaron, de esta manera, por la pequeña pasarela en la zona de artesanías para exhibir creaciones hechas por artistas del Pacífico que mezclan las telas africanas, los tradicionales kitenges de tejidos wax, con piezas futuristas, moda reciclada o camisetas con mensajes antirracistas de reivindicación.

También más de medio centenar de cocineras prendieron sus fogones para traer el pescado y marisco del Pacífico en los deliciosos encocados, empanadas y guisos de piangua -un molusco que crece en los característicos manglares-, arroz con camarones o pescados fritos.

Y sobre todo de viche, una bebida ancestral elaborada con caña de azúcar, y sus derivados como el curao o el tumbacatre, licores que tienen poderes medicinales, como reivindican las comunidades, pero que en el Petronio ponen la chispa de alcohol a la noche.