Monopoli, Italia.
En medio de la rocosa costa del sureste de Italia, dos buzos de la policía financiera se sumergen una y otra vez en las aguas azules bajo la curiosa mirada de los turistas de vacaciones.
No buscan ningún tesoro hundido ni material de contrabando, sino pruebas de la pesca furtiva de dátiles de mar, un molusco protegido que se ha convertido en símbolo de estatus social y cuya captura está destruyendo de forma irreversible las costas italianas.
Justo bajo la superficie, la roca calcárea que alberga incontables organismos está destripada por cientos de agujeros artificiales, prueba de que los pescadores sin escrúpulos han roto, triturado o incluso dinamitado el arrecife para extraer los dátiles marinos que habitaban allí.
«Estos hombres se colocan sus botellas de oxígeno y sus máscaras, se sumergen con un martillo y un cincel y empiezan a romper la roca», explica Arcangelo Raffaele Gennari, comandante de la policía financiera en Monopoli, ciudad portuaria en la región de Apulia.
«Hay casos en que hemos requisado mini martillos neumáticos», añade a AFP, asegurando que «incluso se usan explosivos«.
Lo que alimenta este tráfico es el incremento de los precios en el mercado negro del «Lithophaga lithophaga», este molusco de color marrón que puede alcanzar los 200 euros (205 dólares) por kilo.
Los pescadores furtivos abastecen a pescaderías o restaurantes que venden en negro a todos aquellos que quieren ostentar con una comida de domingo con marisco crudo o un plato especial de espaguetis.
«Si piensas que en una hora y media o dos, si encuentras un buen lugar, puedes llegar a ocho o nueve kilos… Ganas una suma de dinero exorbitante en una jornada», indica Gennari.
Roca blanca, desnuda, sin vida
Hace 30 años, el biólogo marino Stefano Piraino y sus colegas descubrieron que más del 40% de la costa occidental de Apulia estaba gravemente dañada por la captura de dátiles de mar.
Por ello, Italia prohibió en 1998 la recogida, la venta y el consumo de estos moluscos, antes de que en 2006 se aplicara la misma medida a escala europea.
Al volver este año a la zona, Piraino ha encontrado por ahora menos lugares con daños recientes, pero alberga poca esperanza por los arrecifes ya destruidos.
El tiempo no basta para curar la superficie rocosa «toda blanca, desnuda» y desprovista de vida. «Es un impacto devastador», dijo.
El crecimiento del dátil de mar es muy lento, necesita tres décadas para alcanzar solo cinco centímetros. Eso implica que una vez pescado, no se puede reemplazar rápidamente.
Pero el impacto sobre el delicado ecosistema marino, no solamente el arrecife sino todos los organismos que dependen de él, es todavía más grave.
Un estudio realizado en 2019 por la Universidad Parthenope de Nápoles reveló una media de 1.500 agujeros artificiales por metro cuadrado en los arrecifes en la cercana península Sorrentina (suroeste), unos daños que terminan por provocar el derrumbe de la roca y la destrucción del fondo.
Los investigadores estudian los medios de impulsar la reconstitución de los arrecifes, como retirar los erizos de mar, cuya presencia impide que se pose nueva vegetación en la roca, o plantar semillas de organismos minúsculos con la esperanza de que se propaguen.
Pero no es un problema solo de Italia, advierte Piraino, que pide aplicar mejor la normativa en todo el mar Mediterráneo.
Una búsqueda en TripAdvisor permite encontrar dátiles de mar en fotografías del año pasado en restaurantes de Albania, Eslovenia o Montenegro, donde también son ilegales pero más fáciles de encontrar.
Desastre ambiental
En marzo, grupos de defensa del medioambiente celebraron la sentencia a seis años de prisión del jefe de una red criminal que opera en zonas protegidas cerca de Nápoles y la isla de Capri.
Fue la primera condena por el crimen de «desastre ambiental» vinculado a los dátiles de mar y consideraba que su pesca furtiva «tiene un impacto irreversible» en el ecosistema.
Las autoridades se muestran cada vez más estrictas hacia todos los eslabones de la cadena, desde los pescadores a los consumidores.
El año pasado, la región de Apulia requisó unas 97 toneladas de marisco obtenidos ilegalmente, entre ellos dátiles de mar, lo que supone la mayor cantidad incautada en Italia, según el grupo ambiental Legambiente.
La mayoría de infracciones de pesca ilegal se producen en Sicilia, en Apulia y en Campania.
Pero para las autoridades es difícil ganar la batalla mientras exista un mercado de consumidores dispuestos a alimentar el mercado.
«Tenemos que hacer entender que cuando comes un plato de linguini con dátiles de mar, es un metro cuadrado entero de ecosistema que ha sido destruido«, reivindica Piraino.
Por: Alexandria SAGE.
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