Portugal.
En un rincón de la ciudad lusa de Braga, parece que el tiempo se ha parado. No hay ni un solo ordenador. Hay cruces del siglo XVIII y la contabilidad se lleva en libros enormes como los de antaño. Aquí se reparan a mano piezas de iglesias de Portugal y del noroeste de España.
Nuno Alves, de 48 años, trabaja con su padre, Antonio y sus tíos Joaquim y Carlos. Los cuatro llevan el negocio familiar. Se dedican a tallar, pulir y barnizar la plata, el oro y el metal de objetos sacros de distintas partes de la Península Ibérica e incluso de países más allá de los Pirineos. Un oficio artesanal del que quedan pocos talleres, ya que en la actualidad es una tarea prácticamente mecanizada en casi todas partes.
Cálices, incensarios, cruces y coronas de vírgenes se esparcen por el interior de este taller. Algunos objetos ya se han reparado, mientras otros quedan a la espera de lucir como nuevos.
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