A la bucólica imagen veraniega de sombrillas y toallas en la playa, se une otra menos placentera en la orilla del agua: la presencia de medusas. Cada verano, los bañistas sortean a estos viscosos animales para darse un chapuzón. Pero ¿cómo surgen y se extienden en nuestras costas?

Una de las más frecuentes en aguas mediterráneas es la medusa luminiscente (Pelagia noctiluca), que puede llegar a medir 20 cm de diámetro, se caracteriza por un color rosado rojizo y cuyo contacto puede causar irritaciones y escozor en la piel, e incluso dejar una herida abierta que se infecte

Pelagia noctiluca, la medusa que cada año da más problemas en zonas de baño, fue muy abundante en la pasada primavera. Además, se vieron ejemplares inusualmente grandes, lo cual nos lleva a pensar que las condiciones ambientales en invierno y primavera fueron favorables para ellas”, cuenta Laura Prieto, investigadora en el Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía (ICMAN-CSIC) y experta en medusas.

Sin embargo, los factores ambientales que influyen en la proliferación de estos primitivos animales, de los que se conocen 9.000 especies, depende de cada una de ellas. “Por lo general, la temperatura y la disponibilidad de alimento son las variables ambientales más influyentes”, indica Daniel Ottmann, investigador en el Instituto Español de Oceanografía (IEO).

La llegada de medusas a las costas también depende en gran medida de las corrientes o de la dirección y la intensidad del viento, certifican los expertos. “El viento es particularmente importante para especies flotantes como la carabela portuguesa o la medusa velero”, añade Prieto.

En el caso de P. noctiluca, al ser una especie de aguas abiertas, la circulación de las corrientes le influye más. Después del brote en las costas de Baleares esta primavera, este verano, por ejemplo, es probable que nuevos enjambres de esta especie vuelvan a ser arrastrados. “Tras el pico de llegadas de medusas a las costas de Baleares la pasada primavera no se ha vuelto a registrar ningún nuevo pico de llegadas”, recalca Ottmann.

Apariciones masivas, ¿cómo predecirlas?

En este sentido, los científicos han tratado de entender el mecanismo que favorece la reproducción y supervivencia de Pelagia noctiluca, que en ocasiones forma blooms de cientos de individuos que llegan a las playas. Los resultados de su estudio muestran que la proliferación de esta medusa depende sobre todo de la disponibilidad de comida y la temperatura del agua en invierno y primavera.

En sus primeras fases de vida a principios de verano, su abundancia está fuertemente ligada a la cantidad de fitoplancton en el agua a finales de primavera. El trabajo, liderado por la investigadora Patricia Reglero del IEO, permitiría así comprender las posibles causas de las apariciones masivas de esta especie en las playas.

Los científicos observaron que en los años en que la temperatura del agua ha sido más cálida durante los meses de invierno y primavera, junto con una especial abundancia de algas microscópicas, el éxito reproductivo de Pelagia noctiluca se ve favorecido.

“Una hipótesis que barajamos en la actualidad es que el cambio climático puede favorecer condiciones de temperatura y abundancia de comida que impulsan la reproducción de esta especie de medusa”, señala Prieto. Esto podría explicar el aumento de llegadas masivas de esta especie en las costas del Mediterráneo occidental durante las últimas décadas.

A esto se añade el hecho de que esta medusa tolera un amplio rango de temperaturas y que es capaz de sobrevivir en condiciones de escasez de alimento, por lo que se pueden conocer mejor las causas de su rápida proliferación.

Sin embargo, al ser parte del ecosistema que en su conjunto está siendo afectado por la crisis climática– la investigación no pretende prevenir sus apariciones, sino “construir herramientas sólidas basadas en conocimiento científico que mejoren la predicción de sus enjambres a las costas”, subraya Ottmann.

En la zona de Baleares, donde se centró el estudio, esta especie suele ser más frecuente en las zonas donde la plataforma continental es más estrecha, es decir, las costas noroestes del archipiélago. “La buena noticia es que precisamente esas zonas no son donde se encuentran las playas más frecuentadas”, dicen los investigadores.

Pero, ¿qué cambios de tendencia se han producido respecto a años anteriores? “Todavía es pronto para determinar tendencias que vayan más allá de ciclos naturales de pocos años”, explica Prieto, cuyos estudios empezaron en 2012. “Otros estudios que han registrado la presencia de medusas en otras costas Mediterráneas concluyen que estos eventos se han hecho más frecuentes en las últimas décadas”, continúa.

Carabela portuguesa

Carabela portuguesa. / Biusch

La más frecuente, pero no la más peligrosa

Aunque Pelagia noctiluca es la que suele estar más presente, tanto por su abundancia y como por su frecuencia, en aguas mediterráneas, no es la más peligrosa para las personas. La longitud de sus tentáculos sí puede afectar a una mayor superficie de piel y por esa razón el efecto del veneno podría llegar a causar problemas respiratorios, cardiovasculares y dermatológicos que pueden perdurar semanas o incluso meses.

Sin embargo, la más peligrosa es la carabela portuguesa (Physalia physalis), “de la cual se vieron algunos ejemplares aislados esta pasada primavera”, comenta Ottmann.

Esta especie, típica de aguas templadas del Atlántico, puede observarse ocasionalmente en aguas del Mediterráneo. Su potente veneno puede llegar a provocar shock neurógeno provocado por el intenso dolor al entrar en contacto con sus tentáculos. Existe, además, peligro de ahogamiento, aparte de producir quemazón y dolor vivo, y laceraciones en la piel.

Por otra parte, medida que progresa el verano suelen ser más frecuente la presencia de aguamala (Rhizostoma pulmo) y aguacuajada (Cotylorhiza tuberculata), que son más grandes que Pelagia noctiluca, pero en el caso de C. tuberculata, común en todo el Mediterráneo y muy abundante en el Mar Menor, es totalmente inocua para el ser humano.

En el caso de aguamala, que frecuenta las costas desde finales de la primavera hasta el otoño, su peligrosidad es media, aunque no produce cuadros dermatológicos graves. Sin embargo, el contacto directo con esta medusa o con los fragmentos de tentáculos liberados en el agua se pueden generar irritaciones.

Por: SINC.