Ante las amenazas que enfrenta el continente blanco, y con él, todo el planeta, la cooperación entre investigadores es clave. Con este espíritu se realiza en Chile el X Congreso Latinoamericano de Ciencia Antártica.
Estudiar y comprender un continente entero no es tarea que un solo país o una sola institución pueda abordar. Más aún ante los desafíos que implica el cambio climático, cuyo impacto en la Antártida tiene consecuencias para el resto del planeta. La cooperación es clave para avanzar en investigación y preservación.
«La ciencia antártica es sinónimo de colaboración científica. Nadie puede hacer el trabajo solo. Desde Chile tenemos grandes responsabilidades. Somos el país más cercano a la Antártica y, junto con Argentina, tenemos la responsabilidad de estudiar y contribuir con evidencia científica y con buenos datos respecto de los cambios que están ocurriendo en el continente blanco, y también en la parte Subantártica, que están muy relacionados”, dice a DW el Dr. Humberto González, subdirector del Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes (Centro IDEAL).
«La Antártida es el laboratorio natural ideal. Hay tanto que hacer, es tan grande y es tan caro, que tenemos que unirnos y hacer juntos buena ciencia”, indica el especialista chileno en oceanografía de fiordos y corrientes subatárticas. Un buen ejemplo es la labor que han realizado investigadores chilenos y argentinos en la región subatártica. El Canal Beagle, una zona que estuvo en disputa en los años setenta y que casi llevó a una guerra entre ambos países, es escenario del trabajo conjunto. “La ciencia sirve para unir a los países”, subraya González.
Unir fuerzas
Con el propósito de aunar esfuerzos, se celebra desde este 28 de julio y hasta el 1 de agosto el X Congreso Latinoamericano de Ciencia Antártica en la ciudad de Valdivia, en el sur de Chile. El encuentro está organizado por el Centro IDEAL , la Universidad Austral de Chile (UACh) , el Instituto Antártico Chileno (INACH) y el Consejo Nacional de Investigación Antártica (CNIA). En paralelo, se desarrolla el XII Congreso Chileno de Investigaciones Antárticas.
Clave para el clima mundial
Las miradas de la vecina Latinoamérica, pero también del mundo, apuntan al extremo sur. «La Antártida es una hacedora de clima. Buena parte de los climas del planeta se generan en procesos atmosféricos y oceánicos en esta región”, señala a DW el Dr. Gustavo Ferreyra, ecólogo y oceanógrafo biológico argentino.
Todos los océanos del mundo están interconectados, explica el exdirector del Centro Austral de Investigaciones Científicas (CADIC), en Ushuaia, Argentina: «lo que pasa en un lugar tiene alguna repercusión en otro lugar muy lejano. La Antártida es uno de los motores de la circulación global de las corrientes marinas, que, entre otras cosas, son transmisores de calor alrededor del planeta. El clima, tal como lo conocemos hoy en día, en gran medida se debe al funcionamiento de los océanos y, en particular, del océano Antártico”.
Consultado por DW, el Dr. Hans-Otto Pörtner, fisiólogo y biólogo marino alemán, refuerza la importancia de esta zona y su impacto en el resto del mundo, partiendo del derretimiento de los hielos y el aumento del nivel del mar. «Lo que pasa en las regiones polares influye en el resto del mundo. Son cruciales para el clima en la Tierra. Tienen una gran influencia en las corrientes oceánicas y funcionan como termostato para el planeta. Este rol no debe ser subestimado”, dice el jefe del departamento de Ecofisiología Integrativa del Instituto Alfred Wegener (AWI), de Bremerhaven, Alemania.
Invasores al acecho
Se trata de un sistema muy frágil. Variaciones que podrían parecer menores, como tener 0,5 o 2 grados de temperatura, pueden marcar una gran diferencia. “Hay formas de vida adaptadas al frío que no encontramos en ningún otro lugar, y que son especialmente sensibles ante el cambio climático”, indica Pörtner. El científico alemán alerta sobre «cambios en la parte terrestre, donde hay inmigración de plantas que antes no estaban allí». También llegan al mar animales que no viven allí, explica.» Hay ecosistemas que cambiarían completamente si, por ejemplo, llegaran cangrejos, que llevan una vida depredadora”.
González advierte que, por el aumento de la temperatura, la barrera que significaba la corriente circumpolar se ha ido derrumbando: «Muchas especies, como macroalgas o moluscos, hoy pueden llegar a la Antártica, ya sea en barcos de turismo o transporte. Que lleguen no es problema; el problema es que se instalan”, advierte.
“Hoy los glaciares retroceden más de lo que avanzan y las diferencias de temperatura ya no son tan extremas como antes, lo que podría abrir flancos para que estos organismos puedan permanecer para siempre, y eso cambiaría todo el sistema, la biodiversidad, e incluso el paisaje”, afirma el profesor de la Universidad Austral de Chile.
Pörtner observa que «cambios como el calentamiento global y el aumento del nivel del mar se han acelerado. Esto está relacionado con el hecho de que, aunque sabemos desde hace 30 o 40 años que los humanos han causado el cambio climático, las emisiones han aumentado cada año. Cuanto más altas sean, más rápido se producirán los cambios. No vamos a devolver esto a cero, tenemos que vivir con los cambios, pero es importante minimizarlos en la medida de lo posible”. En última instancia somos las personas quienes sufriremos las consecuencias, subraya.
Un investigador del INACH toma muestras de hielo del suelo antártico. (Archivo).Un investigador del INACH toma muestras de hielo del suelo antártico. (Archivo).
Compromiso por la protección
Los objetivos climáticos del Acuerdo de París están lejos de ser cumplidos, y las consecuencias son notorias. «Hay mucha resistencia debido a intereses económicos e inercia individual, entre otros factores, pero técnicamente es posible detener el cambio climático. Es ante todo una cuestión de voluntad política», subraya Pörtner.
Los esfuerzos de las nuevas generaciones dan esperanza, destaca González. También la cooperación entre científicos de América Latina y del mundo, que tiende puentes hacia los gobiernos y las políticas públicas. Al respecto, Pörtner valora positivamente «el gran interés de los países latinoamericanos en la Antártida. Es muy bueno que pueden intercambiar sus resultados, ir más allá de sus límites y trabajar juntos. Es bueno para el intercambio cultural, científico y humano”.
Junto al trabajo científico, Ferreyra destaca otros dos niveles fundamentales “en los que hay que poner un esfuerzo muy grande”: “La comunicación al gran público, que entienda lo que está pasando de una manera contundente, y el nivel decisorio. Una vez que tenemos la evidencia y la opinión pública tiene una posición, queda que los referentes principales, que tienen que tomar decisiones acerca de qué hacer para controlar el cambio climático, lo hagan”.
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