Ecuador.
Imagina esto: Te tomas una malteada, está deliciosa, espesa, dulce. Y al terminarla sientes que ya no puedes más. Pero, y si te dijeran que esa malteada tenía la mitad de calorías de lo que pensabas, ¿tu cuerpo aún la sentiría tan satisfactoria o te quedarías con hambre? La Universidad de Yale hizo un experimento con el cual descubrió que no solo importa lo que comemos, sino lo que pensamos sobre la comida.
Pero, ¿cómo pasa esto? El estudio llamado mente sobremalteada analizó cómo nuestros pensamientos influyen en la respuesta de la grelina. La grelina es la hormona que le dice a tu cerebro que tienes hambre y que es hora de buscar comida.
“Se producen principalmente en el estómago, aumentando o disminuyendo el apetito. En el caso de la grelina, va a ser una hormona que nos va a dar hambre cuando su concentración aumenta”, dijo Kevin Caraguay, médico y docente de la Universidad Técnica del Norte.
Ahora que conocemos qué es la grelina, es tiempo de saber ¿en qué consistió el experimento? Resulta que se reunió un grupo de 46 personas y se les dijo que probarían dos tipos de malteadas. Una era una bomba deliciosa de calorías con mucho azúcar y chocolate y la otra, en cambio, era una muy baja en azúcar y grasas. Luego de tomar las bebidas, esto fue lo que pasó en los cuerpos de los participantes.
“Los que consumieron la malteada con menor concentración calórica, tuvieron concentraciones séricas mayores de grelina. Significa que sentían que todavía necesitaban ingerir alimentos para suplir las necesidades de su cuerpo, mientras que los que consumieron la malteada, que en teoría tenía mayor concentración calórica, tenían concentración séricas más bajas y por ende, pues, se sentían satisfechos”, detalló.
Lo que no se les dijo a los participantes del experimento es que ambas bebidas tenían exactamente los mismos ingredientes y las mismas calorías. “¿Qué nos explica esto desde la neuropsicoendocrinología? Que nosotros somos capaces de poder incidir en las en la producción de estas hormonas dentro de nuestro cuerpo”, agregó.
En este caso, lo que las personas pensaban jugó un papel importante al comer. Lo que se les dijo y cómo se les presentaron las etiquetas de las malteadas, que ahora sabemos era la misma, sí influyó en su percepción de hambre o saciedad. Los colores y formas de las etiquetas, en especial, jugaron un papel protagónico.
“Desde el diseño, desde estos componentes de manejo de las emociones, cada color va a cumplir una función. Ya viene la parte interesante, porque las marcas entienden esto ya a la perfección. Existe una clasificación de color, está comprobado científicamente aquello, si es que quiero provocar algo que se vea rico, por ejemplo. El mundo de las comidas rápidas ya me da una categoría de colores que yo pueda utilizar”, explicó David Ortiz, profesor de publicidad en la Universidad Técnica del Norte.
Generalmente, se percibe que la comida saludable como las ensaladas, frutas o verduras no logran calmar el hambre. Pero quizá esto sea solo la historia que le contamos a nuestro cerebro. En resumen, este hallazgo abre un nuevo campo en relación entre la alimentación, psicología y salud. Ya no se trata solo de lo que comemos, sino de cómo lo percibimos.
Por: Universidad Técnica del Norte / Viviana Ovando.
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