Australia.
Pero esas cerdas ocultan espinas que pueden provocar «una picadura tan dolorosa como tocar un carbón encendido o el trauma de un objeto contundente, y a menudo envía a las víctimas al hospital», según investigadores de la australiana Universidad de Queensland.
Los científicos encontraron que el veneno era diferente de cualquier cosa que hubieran visto antes en insectos, señaló Andrew Walker, quien dirigió el equipo de investigación en biociencias moleculares.
Sus proteínas son como las toxinas producidas por bacterias similares al e.coli y la salmonela, que se adhieren a las superficies de la célula y se organizan en estructuras toroidales, según el equipo.
«El veneno de estas orugas ha evolucionado mediante la transferencia de genes de bacterias hace más de 400 millones de años», dijo Walker.
Estas toxinas podrían tener la capacidad de ser utilizada en la producción de medicamentos por su capacidad de penetrar las células, agregó.
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