América Latina. 

La sociedad necesita tener confianza en la ciencia, pero para ello se requiere de espíritu crítico y una cierta dosis de escepticismo con el fin de que sea una confianza informada y las personas sepan identificar cuándo es pertinente, o no, dar credibilidad a las afirmaciones científicas.

Esta podría ser la conclusión general tras escuchar durante más de una hora a tres especialistas latinoamericanos en comunicación de la ciencia, epistemología, políticas públicas de ciencia y tecnología, relacionados directa o indirectamente con el tema de confianza en la ciencia, que participaron en el conversatorio virtual realizado el 28 de junio.

Titulado Luces y sombras de la confianza en la ciencia, el encuentro fue organizado por SciDev.Net en alianza con Salud con Lupa y la Red DivulgaCiencia con el fin de analizar el estado de la confianza de la ciencia en nuestra región; hasta qué punto la pandemia de COVID-19 contribuyó a fortalecerla, pero, al mismo tiempo, cómo esa gran abundancia de información científica propició el surgimiento y afianzamiento de teorías pseudocientíficas, fake news y teorías negacionistas.

También se exploraron los vínculos entre comunicación y cultura científica; los conflictos de interés que se van naturalizando y dañan a la ciencia, y algunas formas de combatir la enorme desinformación científica que campea en redes sociales y medios de comunicación.

Desde España, donde investiga y enseña sobre percepción pública, comunicación y cultura científica en América Latina y Europa, el argentino Carmelo Polino partió por reconocer que la confianza es un hecho muy básico y necesario de la vida cotidiana pero incluye diversas dimensiones que tienen que ver con percepción, credibilidad, integridad e incluso empatía.

“Cuando evaluamos la confianza en la ciencia, en sus instituciones o profesionales de la ciencia habría que preguntarse también confianza en qué, para qué y en qué situaciones [porque] en una sociedad tan compleja, de riesgo tecnológico, como la que vivimos, confrontados a toma de decisiones de políticas públicas, una dosis de desconfianza informada es deseable para una democracia saludable y fortalecida”, subrayó Polino, quien además es investigador del Centro de Estudios sobre Ciencia, Desarrollo y Educación Superior (Centro Redes), Unidad Asociada al CONICET de Argentina.

“Pero no se puede desconfiar de la ciencia como un todo. Es indispensable la confianza pública en la ciencia y en las instituciones científicas”, agregó.

Añadió que durante la pandemia  “hubo un decrecimiento del escepticismo y crecieron las expectativas en torno a la CyT. Sin embargo, también hubo expectativas defraudadas (20% en el caso de Argentina) frente a todos los problemas que había que afrontar”, en muchos casos como consecuencia de una excesiva politización e instrumentalización de la ciencia por parte del sistema político.

Las sombras de la ciencia

Y ¿qué pasa cuando esa credibilidad se ve mellada, a ojos del público e incluso de los propios científicos por conflictos de interés no muy bien definidos? La mexicana Dèsirée Vidaña Pérez, psicóloga con un doctorado en epidemiología, opinó que es necesario capacitarse para aprender a identificar el conflicto de interés y evitarlo, de manera que no se merme la confianza en la ciencia y reconoció que en el proceso de formación de los científicos este tema, y sobre todo sus límites, suelen estar ausentes.

Tras señalar que un conflicto de interés puede ser cualquier acción que resulte ventajosa, como viajes, invitaciones e incluso un beneficio académico, la académica enfatizó que en muchos artículos publicados en nuestra región, especialmente sobre tabaco, los autores “olvidan” reconocer que están comprometidos, de una forma u otra, con esa industria.

“En la región los científicos no están muy bien pagados, y al buscar dinero para investigar pueden surgir situaciones de conflicto de interés. Eso no tendría nada de malo si se hace transparente. El problema es que no siempre sucede eso”, precisó desde la Universidad de Carolina del Sur donde realiza actualmente un postdoctorado.

Por su parte, Fabiola Torres, del Perú, fundadora y directora del portal Salud con Lupa, afirmó que la confianza de la sociedad en la ciencia “ha sido minada”, lo que lleva a muchos periodistas a emprender acciones para comunicar buena ciencia y recuperar esa confianza, como las iniciativas de “factchecking” (verificaciónde datos).

Las lecciones de la pandemia, de acuerdo con Torres, es que los periodistas deben saber discernir entre eminencia y evidencia, valorar las especialidades de fuentes y voceros, y aprender a guardar silencio cuando no hay certeza de lo que sucede.

El tiempo se pasó volando y muchas preguntas del público no alcanzaron a ser respondidas, pero sí quedó claro que la necesidad de la confianza en la ciencia –con integridad, pertinencia técnica y empatía, y sin olvidar que existen conflictos de interés y razones para entenderlos y evitarlos–, ayudará a construir mejores sociedades, capaces de asumir decisiones informadas.