Por: Víctor González Quintanilla.
Si las crisis generan oportunidades y los retos ponen a prueba las capacidades de quien los enfrenta, el Antropoceno puede verse como la gran amalgama de crisis, retos y oportunidades de la civilización humana que ponen a prueba nuestra capacidad individual y colectiva para enfrentar los problemas que nosotros mismos creamos.
Durante muchos años la narrativa era “crear conciencia” y el discurso estuvo cargado hacia las cifras que prueban tendencias, la mayoría alarmantes, de “lo que le estamos haciendo al planeta”, con el objetivo de que quedara claro que hay razones (y urgencia) para modificar las tendencias de consumo, desperdicio y explotación o al menos prepararnos para las consecuencias.
Pero en estas líneas doy cuenta de otra cara del Antropoceno. Una que es igual de real pero menos difundida. Tras casi tres años de editar esta columna y conducir los más de 100 episodios del podcast Crónicas del Antropoceno del Museo de Ciencias Ambientales, y tras casi una década formando parte del equipo que diseña los programas y contenidos del museo de lo vivo y el futuro que construye la Universidad de Guadalajara, les puedo decir que algo que veo constantemente es acción y entrega. Que el Antropoceno no es sólo malas noticias, que también ha sacado lo mejor de muchos y que la crisis ambiental se ha convertido en motor de cambio.
Hay científicos que estudian las causas y proponen soluciones y viajan para aprender de otras visiones y enseñan a otros el pensamiento y trabajo que se hace aquí. Tenemos una comunidad universitaria que se involucra, que piensa y trabaja y que actúa, dentro de una sociedad que en su gran mayoría sí se interesa y sí se suma, porque cree que podemos hacer las cosas mejor y busca cómo empezar desde casa. Hay periodistas que investigan para narrar las problemáticas socioambientales dando voz y poniendo el rostro a sus actores; víctimas, victimarios y detractores. No son solo las cifras lo que nos importa.
Del lado de los artistas la crisis ambiental en sus múltiples modalidades da cohesión a narrativas y motiva nuevas expresiones. Más de 70 películas llegaron a la reciente convocatoria para el Premio de Cine Socioambiental y más de 400 obras de escritores de más de 20 países a la del Premio de Literatura Ciudad y Naturaleza José Emilio Pacheco que organiza el Museo.
Era un hilo el que una artivista tejió a mano y esas redes hoy se extienden hasta otros países y continentes donde se conectan con personas que encuentran en esta conexión la fuerza y claridad para resistir y continuar. El ciclista y el pianista, el piloto y la filósofa teatrera, el buzo y los activistas; los maestros y estudiantes que pintan sus mensajes en murales y los niños que opinan, proponen y enseñan y son las semillas que se multiplican. Todos estamos juntos en este Antropoceno que creamos; y como dice la artivista Claudia Rodríguez; “hay un hilo invisible que nos une y se va tejiendo”.
Si el Antropoceno tendrá algo de bueno, que ese algo salga de nuestro lado más humano.
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Víctor González Quintanilla es especialista en comunicación pública de la ciencia y actualmente colabora en el Museo de Ciencias Ambientales de la Universidad de Guadalajara.
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Texto publicado previamente en El Informador.
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