Iberoamérica.

Por primera vez en la historia, una delegación del pueblo indígena Yupka de la costa Caribe, salió de su territorio para alertar en Europa sobre la situación que padecen: hambre, sed, desplazamientos, amenazas y muerte.

«El río se nos ha secado”, lamenta Esneda Saavedra Restrepo, «Lo han desviado y lo han secado. Ya no hay peces”, agrega en diálogo con DW la lideresa del pueblo indígena Yupka.

«Los ríos fueron desviados y contaminados. La pesca, que hacía parte de nuestros hábitos comunes, ya no se puede ejercer”, apunta, por su parte, Juan Pablo Gutiérrez, líder social y también integrante del pueblo Yupka. «Ahora, para comer pescado, estamos obligados a bajar a los pueblos más cercanos a comprarlos, a doce horas de mula”, cuenta a DW.

Ya no pueden pescar, ni cazar, ni dedicarse a la agricultura y estas son solo algunas de las graves consecuencias que está sufriendo el pueblo indígena Yupka en Colombia. Esto se asocia al desarrollo de grandes emprendimientos de minería a cielo abierto en la región.

«Los gobiernos de turno y las empresas mineras saben muy bien que eso es un daño que están causando, pero, por las ansias de tener recursos, y de vivir sabroso, siguen adelante”, critica Saavedra Restrepo, también consejera de Derechos de los Pueblos Indígenas, Derechos Humanos y Paz de la Organización Nacional Indígena de Colombia, ONIC.

«Las minerías están destruyendo nuestro territorio, la vida de mi familia Yupka, y la vida del agua, del aire y de las montañas”, grafica luego la lideresa, en un alto de su intensa agenda europea.

Para contar a los cuatro vientos

Por primera vez en la historia, una delegación oficial del pueblo Yupka ha salido de sus territorios para visibilizar su situación. «Que es tan grave como invisible”, apunta Gutiérrez.

«Aparte del hambre y la sed, hay nuevas enfermedades respiratorias, ligadas al polvo del carbón”, continúa Gutiérrez la lista de males ocasionados por la actividad. «Tampoco están las plantas medicinales con las que tratar estas enfermedades, porque estaban en los territorios donde hoy están las minas”, agrega.

«Hemos perdido alrededor del 85 por ciento de nuestro territorio ancestral”, dimensiona el también profesor de estudios decoloniales.

Como si fuera poco, y con estrecha relación, también la violencia ha recrudecido en la zona. «Las minas generaron violencia en la región a través de vínculos entre las empresas y los grupos paramilitares, que se encargaron de sembrar el terror, de hacer desaparecer y de ‘sacar del camino’ a las personas que se opusieran al proyecto minero”, denuncia Gutiérrez con conocimiento de causa; tras un atentado contra su vida, debió exiliarse en Francia, donde actualmente vive.

¿Paz total?

«No podemos hablar de paz, si no hay verdad, justicia y reparación”, afirma Gutiérrez, en contrapunto a la política de «paz total” anunciada por el actual presidente de Colombia, Gustavo Petro. «Y esto es, tanto en Colombia, como con gobiernos y empresas en el extranjero, que han participado de la situación tan grave en la que nos encontramos, a través de empresas multinacionales que explotan minas de carbón a cielo abierto en el territorio”, sostiene el líder Yupka.

Las multinacionales Drummond, de Estados Unidos, y Glencore, de Suiza, operan las cinco minas de carbón a cielo abierto en el Departamento del Cesar, que afectan directamente al pueblo Yupka.

«Al instalarse, las minas omitieron la existencia del pueblo Yupka en ese territorio, y eso hace que ahora nos encontremos en inminente riesgo de extinción”, dimensiona el líder indígena.

Responsabilidades más allá de las fronteras

«Aunque Alemania no es directamente la que está explotando nuestro territorio, es como si lo hiciera”, critica, a su turno, la lideresa. «Porque comprando el carbón que se extrae allá, promociona el exterminio físico y cultural de nuestro territorio”, afirma.

«Es una batalla de David contra Goliat”, indica Gutiérrez. «La minería es presentada como progreso, como desarrollo, pero en realidad, es otra forma de colonialismo», analiza.

Con todo, sobre el cierre de la gira que incluyó encuentros con instituciones europeas, Parlamentos, activistas, y diferentes eventos en Suiza, Bélgica, Inglaterra, Francia y Alemania, el balance de la comitiva es «muy positivo”.

«Es fundamental que esas buenas voluntades que están surgiendo desde aquí en Europa, se unan y se retroalimenten con esas que, desde hace quinientos años, estamos luchando, frente a la amenaza más grande que hemos tenido como Humanidad, que es la crisis climática.”