Colombia.

En el desierto de la península de la Guajira en Colombia, la búsqueda del agua es compleja. Las comunidades que viven aquí son indígenas wayúu. En época de verano dependen de pozos artesanales o hawayes de donde extraen agua salubre que a veces usan incluso para beber.

“Nos bañamos, las alergias, salía la piel brotada, se ponía roja”, contó.

Pero eso cambió en comunidades como la de Cucurumaya, un proyecto de filtración de agua que utiliza energía solar, les permite por primera vez en su historia contar con agua potable.

“Se requiere un sistema de ósmosis inversa para su tratamiento. Entonces se instaló en la comunidad un sistema de pretratamiento a través de unos filtros de clarificación y se instaló un sistema de ósmosis inversa a través de tres membranas de 80 a 40. Entonces, a través con la bomba de baja y alta presión se hace pasar el agua por los filtros y por las membranas y ya luego se almacena en los tanques de almacenamientos que están en la parte de afuera”, dijo un experto.

El sistema utiliza el agua salobre del pozo y entrega agua potable. Fue construido gracias a distintas ONGs y el gobierno colombiano.

“Anteriormente solo contaban con agua cruda, digamos que se enfermaban mucho, en palabras propias de ellos, los niños se enfermaban mucho. Entonces, ya que cuentan con un sistema de abastecimiento de agua potable en su comunidad, eso para ellos es una bendición”.

Una bendición que tienen pocos en la región, en especial en los lugares donde los wayúu, que antes vivían en territorio venezolano, comenzaron a construir sus nuevos hogares. Allí los burritos de agua se convirtieron en parte del paisaje. Carmen Vélez mantiene a su familia con este oficio, que en los días buenos, le significa un ingreso de 4 euros por día.

“Cada lata cuesta 500 pesos y cuando hay venta se vende bien, pero cuando no hay venta. Ahora hay venta pero no hay agua. No hay agua porque no hay llenadero, o sea, el tanque está vacío, en los llenaderos no hay agua, no ha llegado agua a la tubería, entonces no hay agua. Hay agua salada y a mucha gente que le gusta el agua salada y hay mucha gente que no”, dijo.

El agua que vende hoy Carmen salió de un pozo de agua con alto contenido de sal. Su ingesta es peligrosa para la salud, pero a veces no hay otra opción.

“Según no se puede tomar, no se puede cocinar, se puede lavar, pero la ropa queda toda fea. Entonces, no es lo mismo que el agua dulce”, agregó.

La carga de agua se termina y Carmen va a un pozo local a conseguir más, pero el intenso calor acabó con las reservas. Tendrá que buscar otra fuente de agua no solo para beber, sino para poder comprar el alimento de su familia.