Valladolid, España.

Durante esta última semana, el Pisuerga y el Duero en Valladolid han sido los testigos de la búsqueda de un cocodrilo del Nilo.

Ni el hábitat ni la temperatura vallisoletana son los apropiados para un animal tropical como un cocodrilo del Nilo, que debería sobrevivir a unas temperaturas que no le beneficiarían del todo. “Con las condiciones ambientales que hay en aquella zona no podría vivir un animal ni siquiera ahora, que estamos en un periodo primaveral. Necesita una temperatura mucho más elevada”; subraya Alessandro Alviani, experto en herpetología de Faunia.

Estos animales requieren de condiciones tropicales o subtropicales por encima de los 18 o 20 grados centigrados. “En los ríos de la Península los cocodrilos podrían sobrevivir temporalmente, no naturalmente durante todo el año”; apunta el paleontólogo Ángel Hernández Luján, especialista en reptiles del Mioceno en el Institut Català de Paleontologia Miquel Crusafont (ICP).

Pero “difícilmente podría superar el invierno vallisoletano”, dice a Ion Garin-Barrio, director del departamento de herpetología de Aranzadi Zientzia Elkartea (Sociedad de Ciencias Aranzadi). Debido a la temperatura del agua del río y a la ausencia de sol para termoregular su cuerpo, el animal moriría en pocos días.

Sin embargo, algunos expertos, como Miguel Lizana Avia, catedrático de Zoología, de la Universidad de Salamanca, discrepan y no tienen claro que el animal muriera una vez pasado el verano. Según el biólogo, la peor condición es el clima de Valladolid, pero como los cocodrilos son ectotermos, es decir, que su temperatura es la del medio ambiente, podría simplemente aletargarse en la temporada más fría.

“Si no sobreviviera en estas condiciones, tampoco se podrían tener cocodrilos en algunos centros o parques zoológicos en la Península. Estos animales tienen, además, un metabolismo muy lento gracias al cual pueden estar sin comer una larga temporada”, sugiere Lizana. Si el animal encontrara una madriguera donde refugiarse en invierno podría resistir varios meses, recalca. Alimento como peces, anfibios, aves acuáticas, y pequeños mamíferos, tampoco le faltaría.

El tráfico de especies, el mayor responsable

Pero más que la presencia del cocodrilo en el río vallisoletano, lo que preocupa a los expertos es el modo en que habría podido ser introducido en la naturaleza, probablemente escapado o liberado por un particular tras adquirirlo a través del tráfico ilegal de especies.

“Un problema muy severo que aflora con este caso y que pasa desapercibido para la mayoría de la gente es el tráfico ilegal de especies, en algunos casos potencialmente peligrosas”, insiste Garin-Barrio.

Otros crocodilios sí podrían adaptarse

Sin embargo, ¿qué pasaría si en el río Pisuerga se liberara un crocodilio que sí pudiera sobrevivir? Los expertos señalan que, si algún tipo de cocodrilo llegara a adaptarse en esa zona, no sería uno del Nilo

“Solo hay dos especies en el mundo que podrían adaptarse a esa temperatura y a un entorno como el de Valladolid: el aligátor chino (Alligator sinensis), un animal de zonas frías, y el aligátor americano (Alligator mississippiensis), que se hace muy grande y que se encuentra en muchos lugares de Florida, como piscinas y campos de golf”, dice Alviani.

Aunque a estos últimos reptiles les costaría aclimatarse a la zona de Valladolid, “sí podrían acomodarse”, recalca el herpetólogo. A excepción de los aligátores americanos o chinos, el resto moriría al llegar el invierno, después de sobrevivir al verano.

Su hipotético hallazgo en este entorno vallisoletano no implicaría un gran cambio a nivel ecológico porque se trataría de un individuo solitario y existen dudas sobre su capacidad de supervivencia. Pero en caso de adaptarse, “sería interesante estudiar cómo ha logrado subsistir a pesar del clima de Valladolid”, comenta.

¿Aligátores en playas?

Esto es justamente lo que ha analizado Richard Stepp, profesor de Antropología de la Universidad de Florida en EE UU en un estudio publicado en Current Biology. El científico investigó cómo diferentes especies podían adaptarse a nuevos e inesperados hábitats.

“Para los animales generalistas que tienen una dieta amplia, la adaptación es fácil. Para otros, su fisiología puede aclimatarse bajo ciertas condiciones”, informa  Stepp. Los caimanes, sobre todo los machos, encontrados en entornos marinos son un buen ejemplo de ello.

“Si bien el agua salada no es recomendable para ellos, pueden tolerarla cuando está algo diluida por agua dulce como en las marismas y estuarios, por ejemplo”, continúa. El coste de procesar la sal en sus cuerpos se compensa con abundantes fuentes de alimentos.

Pero Stepp tiene otra teoría. Al comparar el registro arqueológico sobre la presencia de estos animales, muchos de estos nuevos hábitats coincidían con los lugares en los que vivieron antes de que los humanos los desplazara. “El problema es que carecemos de buenos registros históricos que indiquen la presencia antigua de estos animales. Nuestros datos de referencia son incompletos y, a veces, incorrectos”, lamenta.

Al centrarse en esta hipótesis, el equipo se encontró con varias sorpresas en el registro arqueológico que apuntaban a la presencia pasada de aligátores en la costa. Esto confirmaría que los ejemplares actuales que están recolonizando estos ambientes están en realidad volviendo a sus hábitats perdidos.

También influirían otros factores en el traslado de estos animales. “En muchos casos esto se produce porque las poblaciones de estas especies se están recuperando después de décadas de declive debido a la caza. En algunas especies específicas, la invasión de nuevos hábitats podría deberse al desplazamiento por el desarrollo urbanístico o el cambio climático”, apunta el investigador.

Por: SINC