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En marzo de 2020 se describió la nueva especie Oculudentavis khaungraae en un artículo en la revista Nature a partir de un pequeño cráneo de 99 millones de años de antigüedad atrapado en una piedra de ámbar de Myanmar. Su mandíbula alargada, sus grandes ojos y su corta y abovedada caja craneal hicieron creer al equipo investigador que se encontraban delante del dinosaurio aviano más pequeño jamás hallado, de un tamaño parecido al colibrí más pequeño conocido.
El equipo concluyó que esta pequeña criatura supuestamente voladora estaba remotamente emparentada con la famosa ave extinta Archaeopteryx. Pero tras su publicación, algunos expertos externos se mostraron escépticos sobre la identidad del animal y rápidamente se llevaron a cabo estudios que cuestionaban esta interpretación. La evidencia definitiva llegaría poco tiempo después en forma de un segundo espécimen extraordinariamente bien conservado encontrado en la misma mina que O. khaungraae.
Los científicos Arnau Bolet, investigador ‘Juan de la Cierva’ en el Institut Català de Paleontologia Miquel Crusafont (ICP) y Juan Daza, de la Sam Houston State University, entre otros, habían empezado en 2019 a trabajar con un espécimen fósil en ámbar que incluía un cráneo y partes del esqueleto: un pequeño fragmento de la columna vertebral y de la cintura escapular.
No fue hasta unos meses después de conocer la existencia del holotipo de Oculudentavis en un encuentro científico, que terminaron su estudio y concluyeron que ambos especímenes podían considerarse sin lugar a duda como miembros del mismo género de lagarto. Finalmente, el 22 de julio de 2020, el artículo que describió Oculudentavis khaungraae fue retirado por sus autores, “para evitar que la información inexacta permanezca en la literatura”. La descripción de Oculudentavis khaungraae sí se mantuvo.
Un nuevo lagarto de aspecto extraño
Este segundo espécimen, descrito como una nueva especie dentro del género Oculudentavis, fue bautizado como O. naga para honrar a varios grupos étnicos nativos del noreste de la India y el noroeste de Myanmar. El estudio ha sido publicado hoy en la revista Current Biology.
Ambos fósiles (los holotipos de O. naga y O. khaungraae) fueron segmentados digitalmente mediante un escáner de microtomografía computarizada para obtener imágenes detalladas de cada uno de los huesos individuales y para estudiar mejor las diferencias entre ellos.
“En el momento en que obtuvimos las primeras imágenes tomográficas empezamos una lluvia de ideas sobre de qué animal podía tratarse”, explica Juan Daza, profesor asistente de ciencias biológicas en la Sam Houston State University.
El equipo también determinó que ambos cráneos se habían deformado durante el proceso de fosilización. El morro de O. khaungraae se había estrechado y recordaba al pico de un ave, mientras que el cráneo de O. naga se había comprimido. Estas deformaciones reforzaban las características aviarias de uno de los cráneos y las reptilianas del otro.
“Concluimos que ambos especímenes eran lo suficientemente parecidos como para pertenecer al mismo género, Oculudentavis, pero presentaban una serie de diferencias que sugieren que se trata de especies distintas”, explica Bolet. Oculudentavis se distingue de otros lagartos por distintos rasgos, como el morro con cresta ahusada, las mandíbulas muy largas formadas por una porción dentaria larga y postdentaria muy corta, o la configuración del paladar.
Estas y otras características morfológicas lo convierten en un lagarto de aspecto extraño, pero algunas características clave como el tipo de implantación de los dientes, la forma del hueso escamoso o el modo en que la mandíbula inferior se articula con el cráneo, son evidencias suficientes para identificarlo como tal.
Con toda esta información, el equipo pudo concluir que Oculudentavis no era un pájaro y que su parecido con las aves era debido a la convergencia en las proporciones del cráneo, es decir que “a pesar de su cráneo abovedado y su largo y afinado morro, en realidad no presenta ningún carácter físico que sustente la idea de una relación próxima con las aves”, dice Susan Evans, coautora del estudio y profesora de Morfología y Paleontología de Vertebrados del University College London.
Cómo estudiar el ámbar birmano
Si bien los depósitos de ámbar de Myanmar son un tesoro de fósiles que no se encuentran en ningún otro lugar del mundo, Daza explica que existe un consenso entre los paleontólogos sobre el hecho de que adquirir ámbar birmano de forma ética es cada vez más complicado, especialmente después de que el ejército tomara el control del país en febrero.
El espécimen de O. naga fue adquirido siguiendo las pautas éticas para el uso del ámbar birmano establecidas por la Society of Vertebrate Paleontology y se conserva en la Fundación del Museo Peretti (en Suiza), mientras que el de O. khaungraae forma parte de la colección del Hupoge Amber Museum (en China).
El espécimen de Peretti se compró a empresas autorizadas que exportan piezas de ámbar legalmente desde Myanmar, siguiendo un código ético que garantiza que no se cometieron violaciones de los derechos humanos durante su extracción y la comercialización y que el dinero derivado de las ventas no apoyó el conflicto armado. El fósil tiene una trazabilidad autenticada, que incluye permisos de exportación de Myanmar.
Por: SINC.
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