Alemania.

El alto horno 1 de Duisburgo, construido en 1973. Hace 50 años, esta era la tecnología más moderna para producir acero.

“Para obtener hierro, utilizamos mineral de hierro, pero usamos carbón y coque para el proceso de reducción. De ahí procede el CO₂ que queremos evitar en el futuro”, relató un trabajador de la planta.

El enorme consumo de coque en la producción de acero genera demasiados gases nocivos de efecto invernadero. Solo esta planta produce 20 millones de toneladas de CO₂ al año. Ahora, ThyssenKrupp está construyendo nuevas plantas para sustituir los altos hornos. En lugar de los altos hornos existentes que funcionan con mineral de hierro y coque, se construirán nuevas instalaciones de reducción. En ellas el mineral de hierro reacciona con hidrógeno, cuyo único subproducto es el agua. En teoría, la producción sería neutra en emisiones de CO₂, pero el cambio de tecnología es costoso.

El gobierno alemán subvenciona con 7 mil millones de euros la reconversión de todas las plantas siderúrgicas. Pero hay muchos interrogantes, como por ejemplo de dónde procederá el hidrógeno.

“Obtener suficiente hidrógeno es un reto, sobre todo en Europa y Alemania. Hay que construir la red de hidroductos y las plantas de producción. Al final el precio debe ser asequible”, comentó un trabajador de la planta.

El comisario de industria de la Unión Europea presente en la planta prometió más apoyo a la industria siderúrgica europea y más protección contra la competencia de bajo costo y más dinero para la transición tecnológica.

“Estamos dispuestos a aportar nuevos fondos, 150 mil millones de euros procedentes del Fondo de Innovación, una parte para garantías de préstamos y otra en forma de subvenciones”, destacó un trabajador de ThyssenKrupp.

La industria alemana acoge los planes europeos con satisfacción. Pero el costoso acero verde necesita de más electricidad más barata y que la creación prevista de mercados líderes para el acero respetuoso con el clima debe concretarse ahora. Todavía hay poca demanda de acero verde, demasiado poco hidrógeno y altos costos de inversión. Pero los trabajadores del alto horno son cautelosamente optimistas, dice el director de la planta.

“En conjunto, creo que todos los colegas están muy interesados en este tema y son optimistas. La única incógnita para todos ellos es, como siempre, la política. Si finalmente apoyará este objetivo o no”, mencionó un trabajador de la planta.

Sea como sea, la transición al acero verde no ha hecho más que empezar y seguirá siendo muy, pero muy cara.