España. 

Muchas personas en Europa escucharon por primera vez su nombre la pasada semana, cuando fue activada la alerta sanitaria: la viruela del mono (en inglés monkeypox) registraba casos en varios países del continente y todo el mundo quería saber más sobre la enfermedad ante la confirmación de episodios en nuestro país.

Con la singularidad de que, por primera vez, la mayoría de los casos fueron detectados en hombres jóvenes que no habían viajado recientemente a África (donde es endémica) y que manifestaron tener sexo con otros hombres. Algunas comunicaciones institucionales —y posteriormente ciertos medios de comunicación— señalaron a este colectivo como foco del brote y grupo de riesgo.

Sin embargo, esto no significa que el virus sea de transmisión sexual. Instituciones como la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans, Bisexuales, Intersexuales y más (FELGTBI+) se apresuraron a pedir responsabilidad a las autoridades sanitarias, a los agentes políticos y a los medios para evitar este tipo de discurso.

Así, las cadenas de transmisión pueden surgir en cualquier contexto que implique un vínculo estrecho con otras personas, no necesariamente por vía sexual y, por supuesto, no son exclusivas de la población LGTBI+.

El contagio inicial de la viruela del mono suele producirse por contacto con animales o carne contaminada en ambientes selváticos. Una vez que el humano es portador, la transmisión se produce por contacto directo con las zonas infectadas (secreciones respiratorias o lesiones cutáneas).

“Todas las personas con la viruela del mono comparten el perfil de haber nacido tras 1980, cuando se dejó de administrar la vacuna contra la viruela en España. Pero como en cualquier alerta sanitaria, pedimos prudencia a las personas inmunodeprimidas (en este caso menores de 35 años, niños y ancianos) y tener en cuenta las informaciones de los expertos sanitarios”, afirma Toni Martí, coordinador del Grupo de Salud Integral de FELGTBI+.

Contrastar para dar información de calidad

Reyes Velayos, presidenta de Apoyo Positivo y presidenta de la Coordinadora Estatal de VIH y sida (CESIDA), subraya cómo “la desinformación, la información no contrastada y el señalar a un grupo de personas como origen y destino del brote no ayuda a la prevención real de la transmisión de este virus”.

“Y cuando hablamos de algo tan problemático como puede ser el inicio de una enfermedad grave, nos gustaría que se verificara esa información y, por supuesto, que se tuvieran en cuenta las fuentes oficiales que ofrecen una comunicación veraz y validada científicamente, como el Ministerio de Sanidad”, añade.

“Declaraciones como las que hemos visto no benefician a nadie. A este respecto, solamente hace falta entrar en las redes y ver cómo están llenas de comentarios homófobos y poniendo otra vez en el punto de mira a los hombres que tienen sexo con hombres”, puntualiza Velayos.

Especialmente, como apunta la experta, porque al tratar de una muestra (por el momento) muy pequeña puede tratarse solo de una casualidad. “No es posible descartar que este virus afecte a la población general, como ya se ha visto en África central o en el resto de las zonas del continente donde se da de forma habitual”.

Efectos de ligar una enfermedad a un colectivo

Vincular una enfermedad con un colectivo tiene repercusiones tanto a escala social, como personal y psicológica. “Crea un estigma, que, si se asienta, es muy difícil de combatir”, insisten desde FELGTBI+.

“Es necesario que todos los agentes implicados sean responsables y no fomenten la desinformación, puesto que esta tiene un doble efecto, por un lado, estigmatiza a los colectivos vulnerables y, por otro, genera una falsa sensación de invulnerabilidad en el resto de la población”, continúan.

Igual opina Velayos: “No hay nada que te inmunice contra esta enfermedad relacionado con tus prácticas, orientación sexual o identidad de género. Señalar a un colectivo como único entorno en el que se produce el contagio provoca que se discrimine y estigmatice a personas ya muy vulnerables. Además, puede llevar a que el brote sea mucho más grande”.

“Hay que tener mucho cuidado con poner el foco en un grupo de personas cuando no hay una investigación ni unos datos que confirmen el ataque selectivo de este virus. Porque eso implica que se pueden dejar de lado casos posibles que aparezcan en la población general”, indica la presidenta de CESIDA.

Informar sin estigmatizar

Todos los especialistas están de acuerdo en que la clave es comunicar adecuadamente para que todo el mundo sepa cómo se transmite este virus y cómo evitar contraerlo sin dejar lugar al estigma.

Para Graziella Almendral, presidenta de la Asociación Nacional de Informadores de la Salud (ANIS), “aunque los medios han demostrado una gran madurez informativa durante la actual pandemia –y estoy convencida de que seguirá siendo así durante esta crisis–, me preocupa tanto la estigmatización sobre colectivos como sobre países”.

“Antes de producir una información, los periodistas deberíamos realizar un ejercicio de reflexión sobre nuestro conocimiento, pero también sobre nuestros valores, porque de nosotros depende hacer un enorme daño o ayudar realmente a la población”, sostiene.

“Nunca se puede señalar como responsables de una crisis sanitaria, brote o epidemia a poblaciones o lugares del planeta y no pensar en los virus como lo que son, agentes infecciosos que actúan en todo el mundo con la única intención de infectar y extenderse”, concluye Almendral.