Guatemala
El exilio es una medida de castigo que gobiernos autoritarios imponen a quienes les adversan o cuestionan, y tiene un profundo sentido político con impactos en las vidas de hombres y mujeres. Las experiencias de los exilios femeninos han sido rescatadas no hace mucho tiempo por algunas de sus protagonistas directas e indirectas, muchas de ellas artistas, periodistas e investigadoras. Para las mujeres centroamericanas, el exilio es una situación que les trastoca de manera transversal mientras lo afrontan y se reinventan.
Le pregunté a Day si podía tener una fotografía de la mochila con la que salió del país y me responde: “Fíjate me deshice de esa mochila porque me sentía muy mal cuando la veía”. Aunque ella sabía que el exilio era una posibilidad en el contexto de represión en el que ejercía su activismo, recuerda que el día en que llegaron por ella se quedó en shock y solo recuerda haber llamado a una amiga para activar el protocolo de salida segura. Con las emociones a flor de piel, recuerda: “Salí con una mochila pequeña ese mismo día, con dos pantalones, dos camisetas y ropa interior; no pude despedirme de mi familia entera, no pude llevarme mi computadora, que es mi herramienta de trabajo; solo tenía que salir, antes de que me hallaran… Salí de Managua a las 2 pm y estaba cruzando de manera irregular la frontera ese mismo día a las 8 de la noche”. Day es una mujer joven, feminista y exiliada nicaragüense.
A Luci le tocó dejar Guatemala a raíz de una cobertura periodística sobre el amante del expresidente implicado en varios casos de corrupción relacionados con las vacunas de COVID-19. En su caso, ya se había tenido que desplazar internamente unos años antes. Luci salió un 14 de octubre, en medio de un paro nacional indefinido en el año 2023, mediante el que los pueblos indígenas y otras organizaciones de sociedad civil demandaban que se permitiera la transición de poder al nuevo presidente electo e impedir un golpe de Estado prematuro. A Luci la ayudó a hacer la maleta su sobrina, hija de su hermana que, también, se encontraba en el exilio. En medio de la incertidumbre y el caos emocional del momento, empaco una maleta casi vacía con ropa básica para siete días y un paquete de café que aprendió a tomar en su primer exilio en el lago Atitlán: “Fue la mejor decisión de mi sobrina de toda la vida haber metido el café porque ese café es el mismo café que tomo todos los días al despertarme desde hace 15 o 20 años, desde el 2007. Y entonces para mí es lo único que me da como continuidad en mi día a día”.

«Café de Luci» Fotografía por Julia Ortiz
Aluna Acompañamiento Psicosocial, una organización mexicana creada en 2013 por profesionales en salud mental y derechos humanos, que trabaja para fortalecer a organizaciones y personas frente a los impactos que genera la violencia sociopolítica para que desarrollen formas de afrontamiento y continúen con su labor. Desde hace unos años, Aluna ha estado acompañando y documentando la experiencia de periodistas y defensores y defensoras de DDHH exiliadas de Centroamérica. Su directora y fundadora, Clemencia Correa, de origen colombiano, explica que por lo general el exilio no es la primera medida de protección a la que recurren periodistas y defensoras; en ese sentido, ven la salida a partir de un continuo de impactos y violaciones a los derechos humanos.
Desde Aluna, también reconocen que, además del estrés postraumático que afecta a las personas exiliadas, desde el enfoque psicosocial es posible identificar impactos en los vínculos familiares y organizativos, con el proyecto de vida e incluso del sentido de lo que le ha dado el motivo de ser una defensora de derechos humanos. Igualmente, enfatizan que estas rupturas implican daños, no solo a las personas en sí mismas, sino en sus organizaciones y a la democracia de los países de los que son expulsadas.
Carmen es una feminista nicaragüense que toda su vida ha abrazado los ideales del anarquismo y actualmente se encuentra viviendo su segundo exilio. Carmen se vio obligada a salir de Nicaragua junto a su familia, tras recibir graves amenazas que la señalaban por considerarla extranjera y participar en las protestas sociales que la dictadura Ortega y Murillo reprimieron desde abril de 2018 y que han sido documentadas por mecanismos de Naciones Unidas y organizaciones de derechos humanos. Para Carmen es casi imposible hacer una síntesis del impacto que este nuevo exilio tiene en su vida, primero porque se mueven todas las emociones y segundo porque son demasiadas cosas: “Para mí es como que la vida se partió porque yo tenía una vida hecha hacía 38 años”.
En esos 38 años, Carmen pensaba envejecer y morir en Nicaragua; daba por hecho que iba a tener tiempo de terminar, de escribir, de investigar, de resumir, de utilizar todos los materiales que había ido juntando a lo largo del tiempo para hacer investigaciones, para sacar conclusiones de todos los procesos de los movimientos feministas, la revolución y temas relacionados con la salud de las mujeres. Pero ya estando fuera del país, sus cuentas y archivos electrónicos fueron hackeados y toda su información se perdió; “Y eso no tiene solución. Yo ya no lo puedo recuperar ni nadie lo puede recuperar, me destruyeron los archivos estando a miles de millas de distancia. La represión me siguió afectando”.
La investigadora nicaragüense Elvira Cuadra, directora del Centro de Estudios Transdisciplinarios de Centroamérica (CETCAM), desde donde han realizado varias investigaciones sobre las mujeres nicaragüenses exiliadas, refiere que el impacto y los efectos del exilio son diferenciados para las mujeres porque todas tienen situaciones específicas, pero también identifica algunas dificultades que son comunes, por ejemplo: La regularización del estatus migratorio en el país de destino, las posibilidades de acceder a un permiso de trabajo y a un empleo digno; el acceso a la salud, especialmente servicios de salud para mujeres; así como el acceso a la educación para ellas y para sus hijos e hijas.
Cuadra aclara que también hay mujeres que enfrentan situaciones específicas, como es el caso de las que proceden de comunidades indígenas o afrodescendientes, porque se encuentran con barreras lingüísticas, discriminación y otro tipo de dificultades. Igualmente, señala la situación de las mujeres que provienen de las zonas rurales, o bien las que tienen cierto nivel académico y no logran insertarse en puestos de trabajo acorde con su formación y experiencia profesional. En el caso de las mujeres periodistas, retoma la dificultad que enfrentan al no encontrar espacios donde ejercer su profesión y que deben recurrir a otras alternativas de sobrevivencia económica. Aunque hay esfuerzos por atender las afectaciones psicosociales generadas por el exilio y la capacidad de respuesta, aún queda mucho por hacer.
Parte de los retos que Luci ha enfrentado en su experiencia de exilio tienen que ver con la reunificación y sostenibilidad familiar de ella y sus dos hijos de 20 y 19 años, que la alcanzaron en el país de llegada un par de meses después de su salida. Para ella era importante estar con sus hijos y no era posible mantener dos casas. Intenta sobrevivir con un trabajo a distancia con una editorial en Guatemala; no obstante, reconoce que es difícil organizarse porque la renta es mucho más cara, no cuenta con redes locales de apoyo y siente que su currículum está completamente desfasado respecto a los de colegas más jóvenes. Asegura que es muy difícil empezar de cero por segunda vez a los 50 años.
Además de los percances en su salud física que han deteriorado la calidad de vida de Carmen desde que está en el exilio, para ella ha sido muy doloroso llegar a un país en donde la palabra Nicaragua no estaba ni en los periódicos, la radio o la televisión, en donde prácticamente nadie sabía lo que había pasado y los que sí sabían qué había pasado miraban para otro lado y puntualiza: “Pero eso no es lo peor; los que sí sabían justificaban absolutamente todo”.
Jessica Arellano, del equipo de investigación de Aluna Acompañamiento Psicosocial, retoma la experiencia de la investigación “El miedo sigue ahí” para reafirmar que el exilio es una situación límite que muchas veces es difícil hasta nombrarla; que se vive con culpa por dejar el proyecto de vida conocido, que también puede ser dejar atrás la familia misma. Se trata de un duelo que se transita con miedo y dolor. Jessica recuerda que desde el enfoque psicosocial se consideran cuatro ámbitos de impacto (psicoemocional, vinculaciones, proyecto político y seguridad) durante las tres fases del desplazamiento: El antes, que es cuando viven las situaciones extremas que hacen imposible la permanencia en el lugar de origen. El durante es el momento en que la persona se desplaza. Y el después, que refiere al punto en que replantean la reconstrucción de su proyecto de vida, ya sea con el retorno a su lugar de origen o la permanencia en el lugar de llegada, ya sea de forma temporal o definitiva.
Jessica habla del momento en que finalmente las personas exiliadas caen en cuenta y toman mayor conciencia de su situación y empieza un proceso de adaptación constante de la nueva realidad, del nuevo lugar y lo que desde Aluna trabajan como estrategia de afrontamiento. Clemencia reafirma que, para ella, el aprendizaje más importante tiene que ver con los vínculos y las redes. El reto es construirlas de una manera solidaria y amorosa, teniendo en cuenta las diferencias de clase, las diferencias interculturales y las diferencias interseccionales, porque las personas no están todas en las mismas condiciones. Clemencia recuerda la frase que las feministas de América Latina han acuñado es “Las redes salvan”. Y explica: “Si tú no estás en red, no puedes sobrevivir”.
Para Clemencia hay dos desafíos vitales más, uno que tiene que ver con lo que significa la reconstrucción de un proyecto de vida en el exilio y el otro con la seguridad. Y puntualiza “Ahí es muy importante cómo haces para que esos procesos de reubicación sean procesos de reubicación digna”.
Carmen asegura que necesita una doble o triple energía para no dejarse caer cuando no hay un grupo humano que te contenga, que te acompañe en los mismos ideales, en los mismos objetivos. Por su parte, Luci reconoce que para ella lo más fuerte del exilio ha sido la separación de su gente: su familia y amistades, que a pesar de los esfuerzos se le ha hecho casi imposible hacer nuevas amistades. “Es muy difícil entre más grande es uno, ¿verdad?
Para Day, la experiencia de acompañamiento en su trayecto ha sido distinta. Para ella ha sido muy importante tener una red de amigas que la han ayudado desde el primer momento que estuvo en peligro. Primero apoyando su salida, luego recaudando pruebas, asesorándola y escuchándola. Expresa, que mantener su tratamiento psiquiátrico y acompañamiento psicológico, ha sido clave para no dejarse caer. Su colectiva ha sido la que ha estado ahí buscando formas para ayudarla a sostener la vida. Day, además, rescata la colectividad feminista joven porque han cuidado de ella y asegura que “A pesar de no tener ninguna herida física, las heridas que deja el exilio son permanentes y hacen mucho daño; no sé si pueden curarse, pero sí pueden tratarse para aprender a vivir con ellas”.
Clemencia, explica que las mujeres exiliadas han aprovechado algunos roles de género, tanto para procesar lo que les está pasando como para resolver cuestiones de sobrevivencia cotidiana; primero porque socialmente a las mujeres se les permite sentir; reconocer sus vulnerabilidades y este hecho de identificar que algo está pasando conlleva la necesidad de hacer algo para seguir adelante. En segundo lugar, porque en tiempos de relativa normalidad muchas mujeres han aprendido a compensar carencias materiales con ingenio y solidaridad, principalmente entre ellas. Clemencia agrega: “Las mujeres en esta cuestión de red no solamente son para los afrontamientos en cuestiones de seguridad, psicoemocionales y de proyecto de vida, sino que incluso lo pondría también para cuestiones económicas”.
Las exiliadas también resisten transformando sus duelos, memorias y experiencias en conocimientos, arte y ciencias, como lo han hecho Clemencia con el equipo de Aluna Acompañamiento Psicosocial en México, Elvira y el equipo de CETCAM desde Costa Rica con estudios como “Quebrar el cuerpo, quebrar el alma” y “Voz, saberes, cultura y memoria; resistencias y resiliencias colectivas de las mujeres nicaragüenses”. En el Cono Sur; Victoria Álvarez con trabajos como “Un tiempo suspendido. Vida cotidiana y devenir feminista de mujeres argentinas exiliadas durante la última dictadura militar (1976-1983), publicado en 2019. Mariela Ávila con “El doble exilio de las mujeres: itinerarios de la expulsión”, publicado en el 2022 como parte del proyecto de investigación FONDECYT Regular N1221175 “Filosofía y exilio. Reflexiones en torno a narraciones de pensadoras exiliadas a uno y otro lado del Atlántico”.
En ese mismo año, Silvina Jensen publicó “Los exilios políticos argentinos del pasado reciente en perspectiva de género». Una revisión historiográfica”. En España, también hay valiosos trabajos sobre los exilios femeninos, por ejemplo, la revista Arenal, especializada en historia de las mujeres, que en 2019 dedicó una edición a abordar “Los Exilios de las Mujeres” con autoras como Mercedes Yusta Rodrigo y Alba Martínez, entre muchas otras, como las que participaron del Congreso Internacional «Mujeres en el exilio republicano de 1939», organizado en 2019 por el Instituto Cervantes de España. Estas son apenas unas pocas referencias del legado histórico que sobre la experiencia de las exiliadas han y se siguen desarrollando en el mundo.
Para Elvira Cuadra documentar, escribir, contar estas experiencias vitales es fundamental para visibilizar y dejar constancia de memoria sobre la invaluable contribución de las mujeres a la defensa de sus derechos, a la construcción de la democracia y la paz. Además, recalca la importancia de estas experiencias como referencia para otras mujeres, en otras partes del mundo y a generaciones futuras. Y concluye explicando que “cuando se cuenta o se escribe la historia, especialmente de acontecimientos políticos, los relatos de las mujeres siempre quedan olvidados, invisibilizados o minimizados”.
Por: Julia Ortiz /Periodista del Postgrado en ‘Periodismo 4.0’ © del Instituto de Investigaciones Aplicadas, IIAFEC, Panamá.