Quetena, Bolivia.
Varias organizaciones en Bolivia han combinado los saberes ancestrales y la ciencia para preservar el hábitat de los camélidos, dañado por el cambio climático, después de una de las sequías más fuertes en los últimos años, que en 2023 afectó principalmente a la región andina del país.
Aunque las llamas, alpacas y vicuñas se caracterizan por su resistencia en climas gélidos o secos a más de 3.500 metros sobre el nivel del mar, estos también han sido afectados por la degradación de los pastizales y los bofedales, que son oasis y fuentes de biodiversidad.
Sonia Villca, una pobladora de la región orureña de Belén de Andamarca, dijo que el año pasado «ha habido mucha sequía», por lo que muchas llamas murieron ante la falta forraje y agua, además que esto dañó la cosecha de cebada, quinua y papa.
«Se han muerto unas 20 llamas de las 400 que tengo», lamentó la mujer.
Varias comunidades altiplánicas dependen de los camélidos para su subsistencia, ya que extraen su lana para la confección de tejidos a mano o la venta de fibra, mientras que de las llamas se aprovecha la carne, popular por su valor nutritivo y su bajo nivel de colesterol.
En Quena Chico, un poblado cercano a la frontera con Chile, Yirma Berna se dedica al pastoreo de llamas mientras teje a mano algunas prendas que luego ofrece a los turistas que llegan al lugar.
La fibra la extrae de una rueca manual que antes pasó por un proceso de trasquilado, lavado e hilado para después hacer los tejidos como mantas, suéteres, chalinas o frazadas para uso propio o la venda.
Berna señaló que la ropa hecha con lana de camélidos «es mejor que una prenda térmica» porque es caliente, mantiene el cuerpo seco y evita los males reumáticos.
En el altiplano las familias colocan a su ganado una especie aretes de colores que sirven para diferenciarlas y en algunos casos esa señalización se hace a través del rito de la ‘tikacha’.
Los llameros usan su conocimiento para guiar a sus animales a las zonas con forraje y agua, cuidarlos de los depredadores como el zorro y asistir a las hembras preñadas en el nacimiento.
Protección del hábitat
En el altiplano hay «una deficiencia» en la alimentación para los camélidos, por lo que es necesario «introducir nuevas especies» de pastos para el consumo del ganado, dijo Franklin Blanco, encargado de camélidos del proyecto ‘Bofedal es Vida’.
Los bofedales son algunas de las principales reservas de agua dulce que se forman entre los 3.800 y 6.000 metros de altitud en el semidesértico altiplano, ya que soportan características climáticas externas.
Blanco afirmó que en los bofedales son las fuentes de alimentación de miles de camélidos y animales silvestres, por esto es necesario «introducir nuevas especies» de forraje y transformar los «suelos arenosos» circundantes.
Otra técnica son las «medias lunas», unas cavidades semicirculares de medio metro en el suelo, a las que se echa abono y sirven para retener agua en tiempos de lluvia y formar pequeños ecosistemas que son «una experiencia de Medio Oriente» y que resultó favorable, dijo.
Con estas prácticas se busca «un manejo sostenible de los bofedales en conjunto con las comunidades locales» mediante un «intercambio de saberes», mencionó a el representante del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) en Bolivia, Federico Ganduglia.
Asimismo, el responsable de Programas de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid) y jefe regional del programa Euroclima, Sergio Garrido, dijo que mediante el reporte de estos logros en instancias internacionales, podrían dar a Bolivia acceso a «financiación climática».
Bolivia inauguró a principios de mes el Año Internacional de los Camélidos con un acto encabezado por el presidente Luis Arce, en La Paz, en donde se hizo referencia a la próxima construcción de una planta industrial para ese ganado.
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