Por María Luisa Santillán, Ciencia UNAM-DGDC.

Se estima que el 80% de los contaminantes presentes en el medio marino proceden de los continentes, y están integrados por elementos potencialmente tóxicos como el arsénico, el mercurio y el plomo, así como por compuestos sintéticos como plaguicidas, productos industriales como los PCBs o los PBDEs, los hidrocarburos, sustancias radioactivas y la basura plástica.

Estas sustancias clasificadas como peligrosas tienen su origen en las actividades industriales, agrícolas y municipales y tienen graves efectos para la biota y la salud humana.

Se sabe que entran a los ecosistemas costeros a través de las escorrentías o los grandes ríos que fluyen desde los continentes hacia la zona de costa, pero también hay sustancias o compuestos contaminantes que se transforman en gases y son transportados a largas distancias, a través de un fenómeno que se conoce como transporte atmosférico de largo alcance.

De acuerdo con el doctor Jorge Feliciano Ontiveros Cuadras, del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICML) de la UNAM, para monitorear estos contaminantes se pueden utilizar dos métodos: las redes de muestreo y las columnas de sedimento.

Una red de muestreo consiste en recabar muestras de agua, de organismos o sedimento superficial de manera periódica, con el fin de analizar la presencia de diferentes contaminantes en una serie temporal. La recopilación de este material se realiza en sitios específicos como lagunas costeras o en esteros. Desde hace tiempo, el ICML ha implementado una importante red de muestro dentro del estero de Urías en Mazatlán, así como en la zona de costa.

Los contaminantes también pueden monitorearse utilizando columnas de sedimento, las cuales registran de manera natural las distintas señales del cambio global. Para trabajar con éstas es necesario acudir a la zona de estudio, por ejemplo, una laguna costera, perforar el fondo de ella y sacar una columna o núcleo de sedimento que puede ser fechada con métodos radiométricos como el plomo 210 (210Pb), el cual permite establecer un marco temporal de entre 100 a 150 años.

El doctor Ontiveros destaca que en su grupo de trabajo han fechado sedimentos en distintas lagunas costeras, una de ella se localiza del lado del Pacífico, en el estero de Urías en Mazatlán, y otra del lado del Golfo de México, en la Laguna de Términos. Y entre las características que han observado es que la aparición de las concentraciones de contaminantes metálicos es mayor en las décadas más recientes, lo cual está relacionado con el auge de desarrollo de tipo urbano, industrial y agrícola que hay en la zona de costa.

“La ventaja de trabajar con estos registros ambientales naturales es que puedes tener la información de la evolución de la contaminación en un sistema durante 100 años o más, en comparación con las series temporales obtenidas en las redes de muestreo; en realidad, en el mundo hay pocos registros o series temporales que se vayan en el tiempo hasta 100 años atrás, generalmente este tipo de registros se tienen de 30 o 40 años hacia el presente”, destaca el investigador.

Causas de la contaminación costera

Entre 50 y 60% de la población mundial vive en la zona de costa y aunque es un espacio muy reducido, si se le compara con la extensión territorial de nuestro planeta, en ella se acumulan las grandes urbes y parques industriales. De hecho, se esperan que a principios de la década siguiente cerca del 75% de la población mundial viva en ella.

El doctor Ontiveros Cuadras, quien es parte de la Unidad Académica de Procesos Oceánicos y Costeros, señala que esto deja una huella muy importante, ya que al haber un crecimiento poblacional tan acelerado en un espacio tan pequeño se generarán contaminantes que finalmente irán a parar a los sistemas costeros o marinos.

Ahora bien ¿cómo afecta la contaminación a los ecosistemas costeros? De acuerdo con el investigador esto se ha relacionado con tres aspectos: la eutrofización, los metales y metaloides, así como a los microplásticos.

La eutrofización se provoca por la entrada de nutrientes –generados por la actividad humana– a las lagunas costeras, a la zona de costa o a los ríos. Esto genera florecimiento de algas y otros organismos (materia orgánica), que cuando mueren y son degradadas por las bacterias, se quedan en la zona fótica, es decir, aquella área que se ubica entre la superficie y el espacio hasta donde llega la luz solar.

“Esas bacterias, cuando descomponen la materia orgánica, consumen oxígeno y ese oxígeno que antes estaba disponible en la columna de agua comienza a bajar y cuando llega a concentraciones muy bajas, se generan las llamadas zonas muertas costeras y esto tiene efectos directos, por ejemplo, para las pesquerías”, explica el especialista en contaminación costera por metales y microplásticos.

El segundo problema se relaciona con la presencia de contaminantes metálicos en el ecosistema costero. En la actualidad, se sabe que altas concentraciones de metales y metaloides tienen efectos tóxicos en los organismos acuáticos, además de que pueden llegar a los sedimentos que se acumulan en el fondo marino y que posteriormente pueden ser ingeridos por los organismos bentónicos (ostras, almejas, estrellas de mar, pulpos).

De acuerdo con el doctor Ontiveros Cuadras, estos organismos bentónicos forman parte de una cadena trófica y son el alimento de peces, que finalmente podrían ser consumidos por los humanos.

“A este proceso se le llama biomagnificación, no quiere decir que el ser humano este consumiendo directamente al contaminante metálico, pero es a través de esta transferencia que quienes consumimos productos pesqueros, capturados en el medio silvestre o cultivados, podemos vernos afectados”.

Existen concentraciones de metales en el océano que son naturales y otras que son generadas por la actividad humana y que son las que se consideran como contaminación.

Asimismo, los microplásticos son parte importante de la contaminación de los ecosistemas costeros. El problema con estas partículas son sus efectos negativos a diferentes escalas, que van desde los individuos hasta las poblaciones y comunidades. En concreto, se ha identificado que los microplásticos pueden causar problemas de estrés, obstrucción intestinal, inhibición de enzimas gástricas, retraso en la ovulación, inanición, incluso anormalidades reproductivas y cáncer en organismos marinos.

El científico explica que un trabajo realizado por varios investigadores del ICML durante la pandemia de covid-19 fue analizar distintas variables ambientales para observar si hubo una mejora en el ecosistema costero por el encierro de la gente a causa de la emergencia sanitaria.

En el caso particular de su grupo de trabajo, se tomaron muestras de agua superficial y de arena en el estero de Urías y la bahía de Mazatlán para definir las concentraciones de microplásticos en esas matrices ambientales y si es que han disminuido comparado con años previos a la pandemia.  Por el momento se encuentran analizando la información.

“La actividad humana tiene graves consecuencias para el medio marino y todos estos contaminantes que proceden de las grandes urbes, parques industriales, la agricultura u otras actividades similares, pueden llegar a los océanos a través de los grandes ríos, la lluvia o el transporte atmosférico de largo alcance. También hay que tomar en cuenta que el rápido desarrollo urbanístico y de infraestructura en las zonas costeras invade los hábitats naturales y altera su funcionamiento”, concluye el doctor Ontiveros.

Aquí puedes consultar la nota original: http://ciencia.unam.mx/leer/1263/-como-afecta-la-contaminacion-a-los-ecosistemas-costeros-