Brasil.
El Santuario de Elefantes de Brasil (SEB) recibió este jueves a Pocha y Guillermina, dos elefantas que vivían en un zoológico de la provincia argentina de Mendoza, tras un cuidadoso y muy planificado viaje de cinco días por carretera en el que recorrieron 3.228 kilómetros.
«Ellas ya están en casa. Llegaron bien. Y ahora iniciaremos un largo proceso para desembarcarlas con la ayuda de grúas y de adaptación», dijeron a Efe voceros del santuario, ubicado en un ecosistema conocido como Chapada dos Guimaraes, a pocos kilómetros de Cuiabá, capital del estado de Mato Grosso (centro-oeste de Brasil).
Pocha, de 65 años, y su hija Guillermina, de 23, ahora podrán vivir el resto de su vida en este santuario brasileño que cuenta con 1 mil 100 hectáreas de colinas y pequeños valles, con sabanas y laderas similares a los ecosistemas africanos y asiáticos de los que proceden estos grandes mamíferos.
Las dos elefantas de especie asiática, que vivieron toda su vida en cautiverio en una reducida fosa de cemento en el Ecoparque de Mendoza (la madre desde los 3 años y la hija desde su nacimiento), ahora podrán disfrutar de un espacio abierto, mucho más extenso y con un hábitat más próximo al que están acostumbrados los animales de su especie.
El camión especial que las transportó hasta Brasil en dos enormes contenedores fue el mismo usado para trasladar a Mara, la elefanta procedente del Ecoparque de Buenos Aires que vive en el santuario brasileño desde mayo de 2020.
Ahora -tras un período de adaptación- podrán juntarse no sólo a Mara, sino también a Rana, Maia, Lady y Bambi, las cinco elefantas asiáticas que viven actualmente en el santuario tras varias décadas de vida trabajando en circos o encerradas en zoológicos.
De acuerdo con los responsables por el Santuario, actualmente en Sudamérica hay 44 elefantes: 39 viviendo en zoológicos (21 de los cuales en Brasil) y sólo 5 en el SEB.
El Santuario fue creado en 2015 para acoger a elefantes recogidos de circos y zoológicos, y le ofrece a sus huéspedes una amplia área con vegetación natural cercada por tubos de acero, sin sistemas eléctricos o alambres de púas que pudieran herir a los animales, en la que conviven con otras especies en el mismo ecosistema.
El transporte de las elefantas fue realizado con el menor estrés posible gracias a que las dos tuvieron varias semanas para acostumbrarse a permanecer en los contenedores de 5 metros de largo, 2 metros de ancho y 3,20 metros de altura usadas para el viaje.
El camión que las transportó, escoltado por varios especialistas que colaboraron en el viaje, partió el sábado del Ecoparque de Mendoza y demoró cinco días hasta Mato Grosso debido a que cada tres horas era necesario una parada técnica para alimentar a las elefantas, ofrecerles un descanso y monitorear su estado.
La caravana atravesó la frontera entre Argentina y Brasil el pasado sábado por la ciudad de Foz de Iguazú, donde la Policía Federal de Carreteras de Brasil relevó a los patrulleros argentinos que realizaban la escolta.
Tras la llegada de las dos elefantas, el Santuario ahora espera la licencia de las autoridades argentinas para poder traer a Tamy, el padre de Guillermina, un elefante también de especie asiática de 50 años.
El santuario es una organización sin fines de lucro que se propone transformar la vida de los elefantes que viven en cautiverio en Sudamérica. Pese a que el parque fue abierto en 2015, su origen se remota a 2012, cuando fue firmada una alianza entre las organizaciones Elephant Voices y Scott Blais, la cofundadora de The Elephant Sanctuary en Tennessee (EE.UU.).
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