EEUU.
La Voyager 1, una de las dos naves que la NASA envió hace 44 años al espacio interestelar y que ya es el objeto fabricado por el ser humano que más lejos ha llegado, sigue avanzando hacia el infinito y haciendo hallazgos sorprendentes, como es el zumbido de gas interestelar.
En 2012, la nave cruzó la frontera del Sistema Solar (heliosfera) y atravesó la heliopausa, el punto en el que el viento solar se une al viento estelar de otras estrellas y, desde entonces, se desplaza por el espacio interestelar.
Ahora, a casi 23.000 millones de kilómetros de nosotros, sus instrumentos han detectado el zumbido del gas interestelar (ondas de plasma).
Stella Koch Ocker, estudiante de doctorado en astronomía de Cornell y autora del hallazgo, describe el zumbido como algo «muy débil y monótono, porque se encuentra en un ancho de banda de frecuencia estrecho. Estamos detectando el tenue y persistente zumbido del gas interestelar».
Un hallazgo relevante
Los investigadores de Cornell creen que el hallazgo ayudará a los científicos a comprender cómo el medio interestelar interactúa con el viento solar y cómo la burbuja protectora de la heliosfera es moldeada y modificada por el entorno.
Este hallazgo, que en sí es científicamente relevante, no ha hecho más que confirmar la valía de esta histórica sonda que fue lanzada en septiembre de 1977 y que, después de pasar por Júpiter (en 1979) y por Saturno (a finales de 1980) a 61.155 kilómetros por hora, sigue operativa y enviando datos.
La investigación explica que al entrar en el espacio interestelar, el sistema de ondas de plasma de la nave detectó perturbaciones en el gas pero, entre esas erupciones -causadas por nuestro propio Sol- los investigadores descubrieron una señal constante y persistente producida por el tenue casi vacío del espacio.
«El medio interestelar es como una lluvia tranquila o suave. En el caso de un estallido solar, es como detectar un relámpago en una tormenta eléctrica y después se vuelve a la lluvia suave», detalla el autor principal, James Cordes.
Vida en la Voyager
Los autores del hallazgo creen que hay más actividad de bajo nivel en el gas interestelar de lo que se pensaba, lo que permitirá a los investigadores rastrear la distribución espacial del plasma, es decir, cuando no está siendo perturbado por las erupciones solares.
Por eso, para el investigador de Cornell Shami Chatterjee es esencial hacer un seguimiento continuo de la densidad del espacio interestelar: «Nunca hemos tenido la oportunidad de evaluarlo. Ahora sabemos que no necesitamos un evento fortuito relacionado con el sol para medir el plasma interestelar».
La Voyager 1, que salió de la Tierra con un Disco de Oro creado por un comité presidido por el profesor de Cornell Carl Sagan, y equipada con tecnología de mediados de los años 70, «es un regalo de la ingeniería a la ciencia. Es un testimonio del increíble viaje de la Voyager», concluye Ocker.
Por: EFE.
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