Corría el año 1989 cuando Francisco Hernández Arteaga, un estudiante de Geología de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), esperaba a su novia cerca de la Facultad de Ciencias Políticas en el campus de Somosaguas, en el municipio madrileño de Pozuelo de Alarcón.
Durante su espera y paseo, Francisco reparó en unas esquirlas, unas pequeñas astillas de hueso que sobresalían del terreno. Parecían fósiles y guardó algunos fragmentos. Años más tarde, en 1996, los mostró en el departamento de Paleontología de su facultad y se dio a conocer así el hallazgo.
En 1998 se inició el proyecto Somosaguas de Paleontología para excavar e investigar en la zona, dirigido por la catedrática Nieves López Martínez, ya fallecida. Desde entonces se han encontrado aquí los restos de 32 especies de vertebrados, unos resultados publicados en multitud de artículos científicos y que los responsables del proyecto se esfuerzan en dar a conocer al gran público.
El yacimiento es el lugar de la Comunidad de Madrid elegido este año para participar en el Geolodía 2024, el evento anual con el que la Sociedad Geológica de España (SGE) da a conocer la riqueza del patrimonio geológico en todo el país.
La cita es el 11 de mayo, pero la gran accesibilidad de este emplazamiento ha permitido organizar una jornada previa con miembros de la Oficina de Ciencia Inclusiva del CSIC –utilizando material en braille, por ejemplo– y con estudiantes de la Fundación Capacis, una entidad sin ánimo de lucro que trabaja en la inserción social y laboral de jóvenes con inteligencia límite. Las guías han sido las paleontólogas Soledad Domingo, Ana Rosa Gómez y Adriana Oliver de la Facultad de Ciencias Geológicas de la UCM.
“Un yacimiento paleontológico en un campus universitario es algo único, excepcional, lo que implica una accesibilidad y un modo de llegar mucho más fácil que a otros, a menudo situados en mitad del campo en lugares alejados”, explica Soledad , “aquí la gente puede venir en transporte público o aparcar su coche en el parquin abierto”.
Una sabana en Madrid durante el Mioceno
Respecto a la importancia de este lugar, comenta: “Nos permite conocer la fauna de Madrid de hace 14 millones de años, coincidiendo con un evento crítico en el planeta, el Enfriamiento Global del Mioceno Medio. Destaca la presencia de animales adaptados a medios abiertos. La importancia del pasto en la dieta de varias especies –como refleja su dentición– indica el predominio de un ambiente tropical abierto y semiárido, de marcada estacionalidad hídrica, como el que hoy vemos en las sabanas secas y semidesiertos del Sahel en África o en Pakistán”.
Su compañera Ana Rosa enseña en una mesa las réplicas de los huesos de algunos de los macromamíferos que habitaron estas llanuras. El más grande de todos fue un pariente lejano del elefante: el gonfoterio. Además de dos enormes incisivos o ‘»defensas», este mastodonte disponía de otro par algo más pequeños en la mandíbula. “Hemos encontrado restos espectaculares como grandes muelas y mandíbulas enteras de individuos infantiles», comenta.
“Además –añade–, aparecen especies de perisodáctilos, el orden al que pertenecen los caballos y los rinocerontes, del que se halló una gran mandíbula. Y los cetartiodáctilos, que incluyen a cérvidos, bóvidos y especies similares, junto a un pariente de cerdos y jabalís: Retroporcus complutensis, bautizado así por describirse por primera vez en este campus de la Complutense”.
Respecto a los carnívoros, aparecen dos grupos extintos: los anficiónidos y los hemiciónidos, con características intermedias entre los osos y los lobos. También se han encontrado dos especies de tortugas gigantes, un pájaro y diversas especies de lagartijas, luciones y serpientes.
En otra mesa se disponen los fósiles de los micromamíferos, que se localizan con una técnica diferente a la excavación tradicional. Para encontrar estas pequeñas piezas se muestrean los sedimentos, se tamiza el material en una mesa de lavado y se separan los fósiles bajo la lupa. Los estudiantes realizan una práctica durante su visita.
Micromamíferos para datar el yacimiento
“Gracias a los micromamíferos se pueden datar los yacimientos paleontológicos, ya que su especiación es más rápida que la de los mamíferos más grandes y cubren un periodo temporal más corto, lo que nos permite ajustar mejor las fechas”, apunta Adriana.
En Somosaguas se han recuperado huesos y dientes de numerosos roedores, como ratones, hámsteres, ardillas y lirones, así como de mamíferos insectívoros (ahora llamados eulipotiflos), grupo al que pertenecen las musarañas y los erizos.
“También han aparecido fósiles de lagomorfos, como los conejos y las liebres silbadoras o pikas. Estas últimas hoy viven en Norteamérica y el centro de Asia, y hay que dice que las pikas inspiraron de alguna manera el personaje de Pikachu de la serie Pokemon”, comenta la paleontóloga.
¿Pero cómo llegaron los restos de todos estos animales hasta aquí, a menudo muy fragmentados? “Se depositaron mediante coladas de barro en las cercanías de un antiguo lago que ocupaba el centro de la cuenca de Madrid, al que llegaban los sedimentos de las zonas más elevadas del Sistema Central”, responde Soledad, experta en tafonomía, “el estudio detectivesco para descubrir cómo fosilizan los organismos, las marcas que guardan y cómo se disponen en los yacimientos”.
Fósiles en la facultad y el museo
Todos los fósiles encontrados en Somosaguas se conservan en la Facultad de Ciencias Geológicas en la que trabajan las tres paleontólogas, salvo algunas piezas que se exhiben en el Museo Arqueológico y Paleontológico de la Comunidad de Madrid.
El próximo mes de septiembre se retomará, como cada año, la campaña de excavación para extraer nuevo material que puede deparar nuevas sorpresas. Mientras tanto continuaran las labores de investigación, docencia con todo tipo de estudiantes y divulgación con grupos como los que ahora pueden descubrir este Madrid de hace 14 millones de años durante el Geolodía.
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