El día fue lluvioso, la tierra parece húmeda, unos rayos de sol intentan abrirse paso y el arco iris rompe el fondo aportando algo de sosiego a una estampa desasosegante. Cada cruz señala el lugar donde apareció muerto un niño o una niña. Cada cruz con un vestido naranja alumbrado por ese sol escurridizo. Cada vestido como una bandera detenida en el viento.
Niños y niñas indígenas que fueron sacados de su comunidad, de sus casas, arrancados a sus familias para entrar en uno de los numerosos internados que se pusieron en marcha en Canadá, con el objetivo de borrar su cultura indígena y reeducarles, y que fueron maltratados física y psíquicamente.
Según el jurado, esta imagen realizada por la fotógrafa Amber Bracken y publicada en el New York Times, sirve para mostrar los efectos devastadores de la colonización, no sólo en Canadá, sino en cualquier rincón del mundo. Lo atroz de imponer un modo de vida sobre otro. Una mentalidad sobre otra. Una forma de entender el mundo sobre otra, sin respetar los orígenes ni las raíces.
El internado de Kamloops se fundó en 1890. Estuvo en manos de la Iglesia Católica hasta 1969. El gobierno lo cerró para siempre en 1978. Entre las causas de muerte de estos 215 críos en este internado y miles más en otros, está la tuberculosis, la congelación al intentar escapar y el suicidio al no poder hacerlo. Es la primera vez en 67 años del World Press Photo que no hay presencia humana en la imagen ganadora. No hay personas en la fotografía, pero sí que la habitan muchos monstruos.
Por: RTVE.
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