Venezuela. 

La rana de Mucuchíes, un pequeño anfibio que habita en un reducido espacio de los Andes venezolanos, guarda esperanza de salvarse de la extinción con un proyecto de reproducción en laboratorio.

Quedan pocos ejemplares de la Aromobates zippeli, especie endémica del bosque seco montano en la región de Mucuchíes, estado Mérida (oeste), mermada por la destrucción de su hábitat, explica a la AFP el herpetólogo Enrique La Marca, del Centro de Rescate de Especies Venezolanas de Anfibios (REVA).

La Marca, junto a Reinhold Martínez y Janina Puente, encabeza un programa iniciado en 2018, con la creación del REVA, que abarca investigaciones de campo, reproducción en cautiverio y reintroducción a la naturaleza.

El nombre de esta rana, descubierta por La Marca en 1985, es un homenaje al científico estadounidense Kevin Zippel, de la organización conservacionista Amphibian AArk.

«Un problema importante que afecta las poblaciones remanentes de las ranas en la región es la abusiva extracción del agua de las lagunas de páramo, que hace que disminuyan los acuíferos», observa La Marca.

«Hemos detectado que hay riachuelos que se han secado y manantiales que han disminuido notablemente en cantidad de agua. Todo esto repercute negativamente en unos organismos que están directamente asociados con el agua», añade.

La lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN, por sus siglas en inglés) ubica esta rana en la categoría de «peligro crítico».

Esa categoría «es el paso que antecede a la extinción de la especie», subraya La Marca, que integra el grupo de especialistas en anfibios de la UICN.

Aunque indica que es «prácticamente imposible» saber el número exacto, se estima que hay unos 200 ejemplares en vida silvestre y en «cautiverio tenemos unos 20».

Reproducción en cautiverio 

Se sabe poco sobre los hábitos de esta rana que mide poco menos de dos centímetros y se distingue por tonalidades marrones y cobrizas, además de pequeños puntos blancos en los costados. 

«No sabíamos de qué se alimentaba, cómo era la reproducción, fuimos improvisando y aprendiendo sobre la marcha», destaca La Marca, al considerarlo un hito en la conservación de anfibios.

Gracias a estos avances, «hemos sido exitosos en lograr reproducir en cautiverio esta especie que está en peligro de extinción y mantener este programa de repoblación» a partir de 10 parejas que han procreado unos 100 ejemplares.

Las crías se liberan en sitios donde han avistado poblaciones de esta especie, que suele ocultarse debajo de piedras al borde de ríos.

La liberación de ejemplares ocurre aproximadamente al año de haber completado su metamorfosis desde renacuajo a una ranita con cuatro patas.

«Cuando logramos que se reprodujera la ranita de Mucuchíes fue muy emocionante porque era la primera vez que una especie de bosque nublado producía descendencia en el centro de cría», apunta La Marca.

La crianza se hace en recipientes desinfectados donde se recrea el hábitat de esta rana que deposita sus huevos sobre hojas secas.

Para fertilizar los huevos, «es necesario el concurso de ambos sexos. El macho, subido y abrazado al dorso de la hembra, se encarga de fertilizar los huevos que va depositando la hembra, a través de la liberación de la esperma que los fertilizará».

El cuidado de los huevos recae sobre los machos.

Un regulador de plagas 

La rana de Mucuchíes «es un componente de una trama ecológica bien compleja que había cuando existía el bosque seco» en su plenitud, indica el experto.

«Son depredadores de insectos, de invertebrados, que son plagas para el ser humano como los mosquitos y otros vectores que transmiten enfermedades. También son fuentes de alimento para otras especies», añade.

Su merma es una señal de que «el bosque seco está dejando de funcionar por todas las intervenciones que le hemos hecho», lamenta La Marca, preocupado por la deforestación.

Pero no todo son malas noticias, pues con el nacimiento de las primeras ranas de Mucuchíes en cautiverio se renuevan las posibilidades de supervivencia para este anfibio.

Debido al «alto riesgo de desaparición de la especie en su ambiente natural», la meta es sostener su reproducción asistida tanto como sea posible, pues «la mayoría de las poblaciones desaparecieron en toda la región entre quince y veinticinco años atrás».

Una vez liberados, «el máximo reto es que sobrevivan en las nuevas condiciones naturales que van a afrontar», apunta.

Por ello, «la mayor alegría viene en sí cuando en monitoreos posteriores notamos que hay más cantos en el lugar, un indicativo de que se están reproduciendo».