Japón.
Diez años después del desastre nuclear de Fukushima, la planta todavía no ha sido desmantelada. Unas 5.000 personas siguen trabajando en el lugar, donde el 11 de marzo de 2011 cuatro reactores resultaron gravemente dañados por el tsunami generado por un fuerte terremoto.
Desde entonces los alrededores de los reactores fueron limpiados, se construyeron nuevos diques de cemento y se retiraron las varillas de combustible intactas. Pero lo más difícil sigue pendiente: extraer cerca de 900 toneladas de combustible fundido mezclado con otros escombros altamente radiactivos.
“Hemos realizado varios proyectos en los últimos 10 años, pero uno de los mayores desafíos que enfrentamos ahora es quitar las varas de combustible nuclear de las cuales algunas están fundidas. Estamos cerca de poder terminar de retirar el combustible no fundido de la piscina de combustible. También tenemos que retirar los escombros formados por las barras de combustible fundidas”, explicó Takahito Kimoto, portavoz de Tepco, compañía que opera la planta.
Uno de los mayores problemas fue el agua subterránea de las montañas de los alrededores que penetra en el subsuelo haciéndose radiactiva. La compañía lo mitigó instalando bajo los reactores de un muro de hielo. Pero en 2020 la lluvia generó unos 140 metros cúbicos diarios de agua radiactiva en la planta.
Esta agua contaminada, que sigue conteniendo tritio luego de la filtración, se guarda en cientos de tanques en la misma planta, donde empieza a faltar espacio. La solución es verterla progresivamente al mar; esta decisión se tomó el 13 de abril por el Gobierno japonés, pese a la oposición internacional.
Normalmente cuando se está operando una planta nuclear el tritio es liberado al medio ambiente de una forma que cumpla con los estándares de seguridad y se le explica a la comunidad desde un punto de vista científico.
El Gobierno japonés todavía espera revitalizar el sector, para reducir la dependencia del país de las importaciones de energía y cumplir el objetivo de neutralidad de carbono para 2050. Pero la mayoría de los japoneses están en contra de la energía nuclear después del trauma que dejó el desastre de Fukushima, y las comunidades situadas cerca de las plantas han presentado decenas de querellas en un intento de impedir que vuelvan a ponerse en marcha.
Por: AFP.
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