Ecuador.

Durante décadas, los científicos creyeron que un pequeño sapo era mudo, hasta que, en 2016, un sonido muy agudo en el bosque llamó la atención de un biólogo. No era un “croar” común de los sapos.

“Un canto muy parecido a un trinitro de un ave y tiene una frecuencia entre grave y agudo, pero a la característica de la especie le hace un sonido muy sutil”, comentó el biólogo ecuatoriano Diego Batallas.

El hallazgo, publicado en febrero en la revista Neotropical Biodiversity derrumbó la idea de que esta especie no podía cantar por su particular anatomía vocal. “El canto de esta ranita, especialmente de Rhinella festae es un canto de una especie que carece de hendiduras vocales y sacos vocales. Esto, anatómicamente está vinculado con la producción vocal, y al carecer de esto y que esta especie cante, le hace único”, contó Diego Batallas.

La especie conocida como sapo del Valle de Santiago, habita en las cordilleras amazónicas de Cutucú y del Cóndor, que se extiende desde Ecuador hasta Perú. De piel marrón y rugosa. Puede medir entre 45 y 68 milímetros y se caracteriza por la cabeza terminada en una prominencia nasal. El fino hilo de sonido de los Rhinella festae demostraría que todas las especies de sapos cantan.

“El grupo no tenía por qué cantar. Es un grupo silencioso, pero en realidad no, en realidad cantó. Y así se han venido generando también descubrimientos de algunas especies que por tecnicidad deberían ser silenciosas, pero no lo han sido”, destacó Diego Batallas.

En otras especies, el “croar” está asociado al cortejo y a la defensa del territorio. En el caso de estos sapos, su canto es de anuncio, como si se tratara de una tarjeta de presentación.