Ucrania.
Dicen que se necesita de todo un pueblo para criar a un niño. Marina de 6 años tuvo su propio equipo médico para volver a caminar. “Ha evolucionado mucho durante este tiempo desde la guerra y todo lo que nos ha pasado, se ha vuelto muy madura, lo ve todo de otra manera”, dijo su madre.
Su cambio comenzó hace más de seis meses cuando Marina perdió una pierna y empezó a recibir tratamiento en un hospital de Kiev, pues un proyectil ruso alcanzó su casa. Atalaya no quería aumentar el trauma de su hija y se negó a huir del país. Se trasladó a la capital para obtener un tratamiento adecuado para su hija.
Para Nasar, su fisioterapeuta, la recuperación de Marina debía comenzar desde adentro. “Primero me acerqué a ella como la niña que es. Luego buscándola como amiga y después como paciente. Era muy importante establecer prioridades. Si me hubiera acercado como médico y la hubiera tratado como paciente no habríamos tenido este resultado”, expresó el fisioterapeuta.
Hay que encontrar un enfoque y lo primero es hacer amigos. Otro reto fue encontrar un protésico que supiera trabajar con alguien tan joven. “En el caso de los niños tenemos que controlar con especial atención la altura de la prótesis para que no se dañe la columna vertebral, su pierna sana crece con normalidad, así que hay que ajustar constantemente la longitud y el volumen de la prótesis”, comentó un médico.
Marina también se reúne regularmente con un psicólogo que la ha ayudado a comprender su nueva realidad.
“Cuando Marina ingresó por primera vez en nuestro hospital se hacía preguntas ‘¿Por qué yo?’, ¿Por qué me ha pasado esto?’, ‘¿Por qué mi casa… mi familia por qué mi pierna?’. No quería comunicarse con nadie. Se tapaba con una manta y solo quería estar en brazos de su madre. No dejaba que se le acercara a ningún psicólogo, pero poco a poco con la ayuda de varios métodos como la terapia familiar, terapia artística, un rehabilitador se observa que ahora se comunica perfectamente con todo el mundo y que se divierte”, explicó una psicóloga.
Menos de un año después de empezar su tratamiento, Marina ya puede dar patadas a un balón, andar con confianza y saltar en un trampolín. Sus notables progresos son motivo de orgullo y un aprendizaje para todo el equipo ucraniano. Aseguran que antes de la guerra no se daban muchas situaciones de trabajo interdisciplinar. Marina, es un caudal de energía: unos días quiere ser futbolista y otros solo habla de pilotar un coche de carreras haga lo que, y haga, el equipo estará orgulloso de haberla ayudado a dar el primer paso.
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