Roma, Italia. 

Italia se despedirá mañana del certificado sanitario del coronavirus, que dejará de ser obligatorio en la gran mayoría de lugares donde se exigía, como cines o gimnasios, y además empezará a quitarse la mascarilla, pues se mantendrá en medios de transporte y espectáculos en recintos cerrados.

El tan criticado pase sanitario, que demuestra la vacunación contra la COVID-19, la curación o negatividad de su portador, no desaparece del todo pues hasta final de año será obligatorio para trabajar o acceder a hospitales y hasta el 31 de mayo para entrar en Italia.

Pero desde mañana dejará de ser reclamado en el resto de lugares donde en los últimos meses ha sido obligatorio exhibirlo: bares y restaurantes bajo techo, aviones, trenes, gimnasios, cines, piscinas, fiestas, ceremonias, discotecas, teatros, conciertos o congresos.

Italia ha recurrido a este instrumento, conocido como Green Pass, en su lucha contra el virus e incluso tenía una versión «reforzada», que solo contemplaba la vacunación o curación, lo que en la práctica excluía a los no vacunados de parte importante de la vida social.

Esto, además de su obligación para acceder a oficinas y puestos de trabajo con el claro objetivo de persuadir a la vacunación -que expira también-, suscitó numerosas críticas y protestas en el país.

En pleno repunte del turismo, Italia ha decidido que hasta el 31 de mayo para poner un pie en su territorio desde el extranjero seguirá siendo necesario mostrar el certificado en su versión base, es decir, demostrar que se está vacunado, sanado o se tiene un test negativo.

Pero se acabó lo de rellenar folios y documentos con datos de contacto, el conocido como PLF (Formulado de Localización de Pasajeros) que hasta ahora se repartía a bordo de aviones, trenes o barcos cuando se viajaba a Italia desde otros países.

De este modo Italia, primer país occidental en confinarse por el coronavirus, en marzo de 2020, se encamina al que muy probablemente será su verano más parecido a los anhelados tiempos previos a la pandemia.

No obstante, la mascarilla, en sus varias versiones, seguirán en el día a día de los italianos, aunque menos, solo en determinados casos.

El Gobierno de Mario Draghi pretendía deshacerse de este dispositivo de seguridad en mayo pero finalmente lo ha prorrogado hasta el 15 junio en varios espacios.

Por ejemplo, la mascarilla FFP2 seguirá siendo obligatoria en todos los medios de transporte, tanto locales como de largo recorrido, desde buses, metro, trenes regionales, de alta velocidad, o aviones.

Así como en teatros, cines, salas de concierto o estadios cerrados.

La mascarilla por supuesto seguirá siendo exigida a los empleados, usuarios y visitantes de hospitales o residencias de ancianos.

Por el contrario, desde mañana no será obligatoria en tiendas, centros comerciales, supermercados, bares y restaurantes, dependencias públicas, bancos, museos, discotecas o peluquerías, aunque su uso se «aconseja» tratándose de espacios cerrados.

En los puestos de trabajo, tanto públicos como privados, excepto en la sanidad, decaerá también el uso de mascarillas, que queda solo recomendado, aunque los dirigentes podrán decidir alternativas.

El pasado 31 de marzo Italia dejó atrás un inédito estado de emergencia de 790 días, acabó con la clasificación de regiones en función del riesgo epidemiológico y prescindió del Comité Técnico y Científico que asesoró al Gobierno en la toma de decisiones.