Ecuador.

En el último mes de gestación de su segunda hija, Diana De la Cruz llega por primera vez a una charla nutricional, requisito para recibir una ayuda monetaria destinada a evitar que su hija engrose la aciaga estadística de la desnutrición crónica infantil (DCI) en Ecuador, que afecta a tres de cada diez menores de 2 años.

«Me dijeron que van a hacer charlas para nuestra salud, para comer buenos alimentos», explica esta mujer de 23 años tímidamente y sin comprender del todo el interés del encuentro para embarazadas y madres de hijos pequeños en la sede en Quito de una fundación, de la que se enteró en la iglesia adventista de su barrio.

Le hubiera gustado recibir el bono cuando quedó embarazada de su primera hija, hoy de 3 años, ya que su marido trabaja el campo y el jornal apenas les da para vivir, y aunque no sabe cuando lo recibirá, confiesa sin tapujos que, antes de adquirir comida, lo empleará en comprar «ropita, pañales, biberones para la bebé».

SEGUNDO DE LATINOAMÉRICA

Ecuador está a la cabeza de Latinoamérica en DCI, solo por detrás de Guatemala, y el Gobierno del presidente Guillermo Lasso se ha fijado la titánica meta de reducir esta lacra hasta el 23 por ciento en 2025, unos 5 puntos menos que ahora.

Los intentos de sus predecesores fueron infructuosos y en zonas rurales los índices están por encima del 40 por ciento, según la última disponible, que data de 2018.

Jesús Sanz, coordinador de emergencia COVID-19 del Programa Mundial de Alimentos (PMA), organismo que ha entregado un primer bono con un enfoque específico en nutrición, advierte que la pandemia podría haber agravado la situación debido al aumento de la pobreza y la extrema pobreza.

A falta de datos actualizados, Sanz subraya la «paradoja» de que la DCI pasó del 24 por ciento al 27,2 por ciento de 2012 a 2018 pese a que en ese tiempo hubo menos pobreza y desigualdad y mejores datos de acceso a agua potable, vacunación y controles prenatales.

«El Gobierno habla de que en menores de 5 no ha variado, pero en menores de 2 años, donde es más importante, se ha incrementado», subraya.

El PMA, mediante donantes internacionales como la cooperación estadounidense (USAID) y socios locales, está focalizado en combatir la DCI en los primeros mil días, es decir, desde el embarazo hasta hasta que la criatura cumple 2 años, con un bono nutricional único de 240 dólares para 6.900 hogares vulnerables.

La nutricionista de este Programa de la ONU, Estefanía Castillo, cree vital «poder informar a la familia qué necesidades tiene una mujer embarazada, durante la lactancia, y en los primeros mil días del niño, un período muy sensible».

En sus capacitaciones habla del amamantamiento exclusivo los primeros 6 meses y complementario hasta los 2 años, los controles prenatales con la suplementación de hierro y ácido fólico, y los posnatales, que «van a tener un impacto en la nutrición» del menor y «evitar que la desnutrición se torne crónica», aclara.

ALTOS ÍNDICES EN INDÍGENAS Y EN EL CAMPO

El titular de la Secretaría Técnica Ecuador Crece Sin Desnutrición Infantil, Erwin Ronquillo, creada por el Ejecutivo para articular los esfuerzos en el combate a la DCI, alerta que la padecen el 50 % de los niños que viven en el área rural y en las comunidades indígenas.

«También vemos una gran concentración en zonas periféricas, donde no existe acceso a agua ni el debido saneamiento. Cerca de las grandes ciudades existen verdaderos círculos de pobreza donde se acumula gran parte de esta problemática», precisa.

Junto con el Ministerio de Inclusión Social y otras instituciones, el Gobierno ultima los detalles para entregar el «bono de los mil días», una transferencia monetaria apoyada con educación y sensibilización sobre el fenómeno.

Está previsto que en mayo se anuncie su puesta en marcha, con una cantidad fija y otra variable, cen función de una serie de condicionantes como controles médicos antes y después del alumbramiento, el registro del niño en los primeros días de vida y cuando este cumpla años.

DESNUTRICIÓN Y MIGRACIÓN

La DCI ataca por igual a la población migrante, con la que organismos internacionales se vuelcan en allanar su recepción y evitar la desnutrición entre los más pequeños.

Yoslen Mayor, de 24 años y oriunda de Maracay (Venezuela), es madre de tres hijas de 1, 3 y 7 años. Llegó embarazada a Ecuador hace dos años tras malvivir en Colombia y un accidente hizo que la pequeña naciese sietemesina.

«Me caí de una escalera y boté mucho líquido, la niña nació prematura. Me dijeron que estaba bajita de peso. Era muy chiquita, no hallaba cómo agarrarla», relata junto a su marido, que la sostiene en brazos en una humilde estancia del barrio quiteño de Carcelén.

La historia clínica de la menor condujo a la familia a convertirse en beneficiaria de asistencia y asesoramiento nutricional del PMA y HIAS, con la que adquirir fórmula para la bebé y alimentos básicos.

«Me iban a ayudar por la bebé y me terminaron ayudando con las tres», concluye esta venezolana dibujando una sonrisa entre agradecida y entristecida.