Río de Janeiro, Brasil.

La idea de que su talento le abriera las puertas en el exterior se veía lejana cuando fue aceptado por la escuela de la Bolshoi en Brasil. Cinco años después, Luis Fernando Rego, un joven que creció en una de las favelas más deprimidas y violentas de Río de Janeiro, conquista el Tivoli danés.

Este bailarín profesional, formado en la única filial que la escuela de la compañía rusa tiene en el mundo, empieza a volar internacionalmente tras una infancia marcada por la pobreza y un camino en el que los prejuicios y la discriminación, casi lo llevan a desistir.

Nació y creció en una de las estrechas calles de Nova Brasilia, una de las favelas del ‘Complexo do Alemao’, al norte de Río, donde se crió junto con siete hermanos, en medio de amor y muchas carencias.

Allí conoció el ballet. Se enganchó con la danza el día que tuvo que llevar a su hermana a una comunidad vecina que ofrecía clases gratis.

«A los 15 años tomé mi primera clase de ballet en el proyecto. Ellos vieron que yo tenía garra y me nominaron a una escuela mayor donde me especialicé durante algún tiempo y luego vine al Bolshoi», explicó.

El proceso para lograrlo fue «muy» exigente y le cobró al joven bailarín extenuantes jornadas, pues empezó las clases cuando ya era una un muchacho físicamente formado y debido a la rigidez de su musculatura su cuerpo no respondía con facilidad.

«Cuando no tenía clase de ballet entrenaba en casa o en la plaza del ‘Complexo do Alemao’ que tenía algunas barras. Me la pasaba estirándome y hasta le pedía a mi mamá que se subiera sobre mi pie para estirar la punta», aseguró.

LA LLEGADA A LA BOLSHOI

No obstante, la huella de las burlas, las ironías y hasta los maltratos físicos que recibió antes de llegar a la Bolshoi todavía se sienten en el corazón de esta promesa del ballet.

«Yo jugaba fútbol, era luchador, surfista, hacía parkour, me subía a los árboles para coger mangos. Yo tuve esa infancia de andar descalzo, de correr por la favela, de jugar, pero después de ingresar a la escuela de ballet empecé a dejar todo eso de lado por lo que hasta mis propios amigos me juzgaban», dijo.

La discriminación también la sintió al interior de las aulas cuando tomaba clases en Río donde le negaron en varias oportunidades la posibilidad de protagonizar obras por su color de piel o su cabello.

Todo cambió cuando llegó a la Bolshoi. Allí encontró respeto, aunque le costó trabajo adaptarse al patrón de excelencia que exige la escuela rusa.

A eso se sumó la lejanía de la familia, pues fue ‘adoptado’ por otra, que se encargó de su sustento en Joinville, una ciudad del estado de Santa Catarina (sur), donde está la sede de la compañía rusa.

En 2020 Rego se formó profesionalmente y fue contratado por la compañía joven del Bolshoi. Un año después llega con su talento a la academia del Teatro Tivoli en Dinamarca, a la que se vinculará formalmente a finales de abril.

LA EXCELENCIA RUSA EN BRASIL

El bailarín carioca es uno de los cientos de profesionales egresados de la Bolshoi en Brasil, que ostentan cargos en diversas compañías del mundo.

«Tenemos cerca de 399 formados y el 68 % trabaja en el área de danza», dijo a EFE Pavel Kazarian, director general de la Bolshoi en Brasil desde 2007. De ese total, 146 son hombres.

La escuela del Bolshoi en Brasil es un proyecto social cuyo objetivo es impulsar a niños y jóvenes de escasos recursos de cualquier parte del mundo, otorgando becas completas de estudio, con patrocinio del sector privado brasileño e internacional.

Actualmente la escuela también tiene alumnos de Argentina y Paraguay y en los procesos de selección han participado candidatos de Estados Unidos y hasta de Alemania.

Fundada en 1776, la Bolshoi (que en ruso significa grande) es una de las compañías de ópera y ballet más importantes del mundo y un referente de calidad artística y producción cultural.

Por: EFE.