Colombia.

Tamá no es un oso andino cualquiera. De antifaz blanco y de 174 kilos, el animal es considerado un escapista por fugarse de un zoológico a las afueras de Bogotá en 2022.

Aunque fue encontrado, durante su escape demostró que sabía trepar árboles y marcarlos con sus garras. También que prefería las bromelias, su dieta natural, a los alimentos que dejaba el personal del zoológico para atraerlo.

Eso llevó a los expertos a pensar que tenía posibilidad de supervivencia en el bosque. Ahora un equipo de biólogos y veterinarios lo preparan para un eventual regreso a los bosques de los andes colombianos.

Un oso macho necesita 54 mil hectáreas para vivir y necesita bosque de buena condición, bosque multiestratificado de árboles grandes con buena comida”, explicó el biólogo, Daniel Rodríguez.

Tamá, de ocho años, se prepara para volver a la vida silvestre en el Santuario del Oso de Anteojos, un lugar de preservación cerrado al público, donde reciben animales decomisados o hallados en malas condiciones. En este espacio hay cuatro individuos de la especie, pero sólo Tamá tiene perspectiva de liberación.

Los otros, más sociables, no tienen chance de sobrevivir a la vida silvestre, donde pueden entrar en conflicto con ganaderos que han venido acercándose cada vez más a su hábitat natural.

“Cuando uno ve un mamífero tan grande, y hemos recibido toda la vida información que no corresponde a ese animal sino a los osos negros, a los grizzly, a otros osos de otra latitudes que son agresivos que acaban con todo, entonces también se generan unos comportamientos que no deberían ser contra el osos”, subrayó Orlando Feliciano, el veterinario que lo recibió cuando era un osezno huérfano de cinco meses.

La especie de Tamá es considerada en estado vulnerable según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. Según cálculos de expertos, en el Páramo de Chingaza, un ecosistema de alta montaña a las afueras de la capital de Colombia, habitan unos 130 osos andinos.