Argentina.

En la ciudad de Mendoza, Argentina, se encuentra el Bar Pardo, donde realiza sus actividades Tango Queer, un espacio de baile que busca preparar nuevas formas de ver los roles del hombre y mujer en el tango y el milong. Trabajando un enfoque de parejas libres, donde sus participantes pueden elegir con quién bailar y qué roles quieren aprender y asumir, buscando que ambas personas se complementen en el baile. 

“Soy Tana de Tango Queer, Mendoza y Tango Nova de Mendoza. Acá estamos ahora en la pilonga, la parra pilonga, donde damos clases de tango con roles libres. Significa que está asociado al género de la persona. La propuesta de Tango Queer, en realidad, nació muy personalmente porque, hace 20 años, empecé a tomar clases. Ahí se hablaba del rol del hombre y de la mujer. Yo le pedí a mis profesores, después de un año arriba de los tacos, que quería aprender a bailar el otro rol y se coparon, igual que todos mis compañeras y los profes. Así que, sin querer, comencé este camino. Muy personalmente, años después, empecé a dar clases. Nosotros, en vez de hablar del rol del hombre y del rol de la mujer, hablamos de un rol de propuesta y de un rol de percepción y que ambos roles son 100% activas”, expresó Tana. 

El tango ha sido tradicionalmente visto como una danza estructurada en la que cada rol tiene características definidas. Sin embargo, más allá de los pasos, su esencia radica en el diálogo entre quienes lo bailan. “Deja de ser un monólogo para convertirse en un diálogo”, señala un bailarín, destacando la importancia de la interacción en esta expresión artística.

Antes de la pandemia, existían milongas como la ‘Lunera’ y la ‘Milonga Queer’, espacios que promueven una visión más inclusiva del tango. Tras la pausa obligada por la emergencia sanitaria, surgió ‘La Parda’, una propuesta que, durante dos años, ha buscado mantener viva la pasión por esta danza, aunque con fluctuaciones en la asistencia, especialmente en invierno.

Para quienes se inician en el tango, la invitación es clara: perder el miedo y atreverse a intentarlo. “Es un viaje de vida”, afirman sus impulsores, recordando que nadie nace sabiendo y que cada paso es una oportunidad para aprender, practicar y compartir. Así, el tango sigue evolucionando, demostrando que su mayor riqueza no está en la rigidez de sus formas, sino en la posibilidad de crear conexiones auténticas a través del movimiento.

Por: Señal U.