Puede culparse a Internet del aumento del sedentarismo, o a la falta de tiempo o de presupuesto, el caso es que nos movemos poco. Según el último informe de la OCDE, uno de cada tres adultos europeos no respeta las pautas de la Organización Mundial de la Salud, esos 150 minutos de actividad física de intensidad moderada al menos una vez por semana.

La falta de actividad nos dará como resultado once millones y medio de nuevos casos de enfermedades no transmisibles para 2050. Algo que costará a los estados miembros de la UE un promedio del 0,6 por ciento de su presupuesto anual de salud. Sería suficiente hacer ejercicio dos horas y media por semana para evitar diez mil muertes al año en Europa en el grupo de edad de 30 a 70 años.

Pero, ¿por qué no hacemos deporte? El problema es social y afecta a los grupos más frágiles. Mujeres y personas mayores, por ejemplo, practican deporte o hacen ejercicio con menor regularidad, al igual que las personas de grupos socioeconómicos más desfavorecidos: sólo el 24 % de quienes se definen como clase trabajadora, hacen ejercicio al menos una vez a la semana, frente al 51 % de las clases más favorecidas. Y hay diferencias entre el norte y el sur de Europa.

Mauro Berruto, ex entrenador de voleibol y diputado del Partido Democrático compartió que “todavía hoy en los países mediterráneos, en Italia, pero también en Grecia. El deporte lo practica quien se lo puede permitir. Económicamente hablando. Pero debemos llegar a un modelo donde el deporte sea accesible para todos. El modelo cambiará cuando por fin entre en juego un jugador decisivo: así es la escuela”.

Son precisamente los jóvenes sedentarios los que están en el centro de las preocupaciones de los expertos. Un estudio de nueve mil jóvenes franceses de 16 años descubrió que son más lentos que sus compañeros de hace 30 años: sus autores hacen sonar la alarma.

François Carré, cardiólogo y profesor de la Universidad de Rennes dijo que «hoy nuestros hijos se están preparando para un infarto a los 30. Tenemos pruebas: su presión arterial es alta, los niveles de colesterol son más altos y la diabetes es más común«.

Invertir en salud es invertir en calidad de vida: dormir mejor, tener menos ansiedad, huesos y músculos más sanos, menos posibilidades de caerse; en resumen, una vida más larga y puede que hasta más feliz.