Italia.

Construida a partir de 1985, la estación Mario Zucchelli es el hogar de Italia en la costa del mar de Ross. Abierto de mediados de octubre a mediados de febrero, 124 camas, 7.500 metros cuadrados de instalaciones cubiertas.

Francesco Pellegrino, ingeniero de ENEA, ha sido el gerente de la estación base durante seis años y nos lleva por dentro. Primera parada, la sala de operaciones que controla todo lo que sucede.

“Este es un lugar peligroso que esconde varios escollos para los cuales un control puntual del personal es fundamental para las medidas de seguridad. Todos los días, todos aquellos que se muevan, aunque sea unos pocos kilómetros de la estación siempre deben pedir autorización a la sala de operaciones e informar el regreso a la base para tener un control preciso sobre los movimientos de personal”, dijo Francesco Pellegrino.

En la Antártida nada se puede dejar al azar. “Esta es nuestra sala de reuniones. Aquí llevamos a cabo nuestras sesiones informativas, nuestras reuniones técnicas. El personal se reúne a diario en esta sala para planificar lo mejor posible las actividades, estudiar los problemas y solucionar los problemas que tenemos cada día. En este momento se está realizando un briefing técnico-logístico.

Los chicos están preparando una operación de mantenimiento extraordinario bastante importante que habrá que realizar en breve, por lo que esta sala es una sala de reuniones técnicas muy importante para nosotros. En la Antártida todas las actividades deben estar bien organizadas y planificadas”, comentó Francesco Pellegrino. En la planta baja, el corazón de la parte dedicada a la ciencia.

“La base Mario Zucchelli cuenta con 20 laboratorios científicos. Se dedican a las actividades e investigaciones que se realizan en esta estación. Han sido reformadas recientemente en cuanto a mobiliario y sistemas. Dentro de esta área también contamos con un laboratorio de monitoreo ambiental el cual tiene la tarea de monitorear el impacto ambiental de la estación en este sitio”, detalló Francesco Pellegrino.

Desde talleres hasta actividades al aire libre en la gélida Antártida, los días están ocupados. Los descansos son tradición y necesidad. “Un par de veces al día hay momentos en que el personal se detiene a tomar algo caliente, a tomar un buen café italiano. Tanto el personal logístico como el científico se dan cita en el bar de la base que siempre está abierto para charlar. Son momentos de encuentro recreativo necesarios en la dura jornada antártica”; concluyó Francesco Pellegrino.

Por: RAI.