Arizona.
Con su jardín de gigantes cactus y vistas a los rocosos paisajes del desierto, Wendy y Vance Walker creían haberse instalado en un paraíso terrenal en la pequeña comunidad de Río Verde Foothills, en Arizona.
Hasta que los dejaron sin agua.
La vecina ciudad de Scottsdale, responsable de suministrar agua a Río Verde Foothills, cerró el grifo en medio de la dura sequía que ha impactado al oeste del país en las últimas décadas y que ha reducido a niveles críticos dos de los principales embalses de agua en el suroeste de Estados Unidos.
Para racionar los pocos litros que aún les quedan en su tanque, desde hace casi tres meses los Walker toman duchas relámpago cada cuatro días, comen con utensilios de plástico y dependen de la escasa agua de la lluvia para limpiar sus baños y la casa.
«Mucha gente no toma en serio la sequía», reconoce Wendy Walker, una directora de comunicaciones de una compañía de salud. «Y nosotros que vivimos en el desierto, realmente tampoco la tomábamos en serio, hasta que nos vimos obligados«.
«Consecuencias»
La pareja compró la casa en esta comunidad rural por 600.000 dólares en 2020, durante la pandemia.
Pero Río Verde Foothills, que no está adscrita administrativamente a ninguna ciudad, fue fundada y desarrollada sin agua potable ni servicio de aguas negras.
Tres tercios de las propiedades de la comunidad abrieron pozos para extraer agua. El resto, como los Walker, dependían del suministro proveniente de Scottsdale en camiones cisterna.
Pero Scottsdale se vio obligada a administrar sus recursos dado que el río Colorado, principal fuente de agua, se ha reducido a niveles históricos en los últimos años.
El oeste de Estados Unidos se ha resecado bajo más de dos décadas de sequía, exacerbada por el calentamiento global producto de la acción humana.
Los dos principales embalses del otrora caudaloso río Colorado, que abastece a unas 40 millones de personas en siete estados del oeste de Estados Unidos y una parte de México, muestran señales dramáticas de disminución y han colocado a la región en alerta.
Mientras, por orden de Washington, los estados discuten ajustes en sus cuotas para evitar que los embalses lleguen a punto muerto, Scottsdale cortó el suministro a los vecinos de Río Verde Foothills y prohibió a los camiones cisternas abastecerse en su estación de servicio desde el 1 de enero.
«Somos la primera pieza del dominó en caer y en sentir las verdaderas consecuencias de la sequía«, dijo a AFP John Hornewer, el conductor de uno de los camiones cisterna que abastecía a Río Verde Foothills.
«A medida que el agua escasea, y se vuelve más valiosa, las ciudades y las comunidades van a proteger sus recursos«.
Ahora Hornewer, de 54 años, tiene que recorrer varias ciudades para llenar su tanque de 22.000 litros.
Sus clientes sienten el impacto. El comerciante ha duplicado el precio del agua para compensar el combustible y las horas extras de trabajo.
«Compradores ¡Cuidado!»
Las disputas partidistas del polarizado Estados Unidos dificultan además la búsqueda de soluciones.
La municipalidad de Scottdsdale está en manos de los Demócratas, en tanto que el desarrollo urbanístico está dentro de los límites geográficos del condado Maricopa, de corte Republicano.
Scottsdale propuso comprar agua adicional para reanudar los despachos a Río Verde Foothills si Maricopa pagaba la factura.
Pero el condado republicano rechazó la oferta, que podría resolver el problema en el corto plazo.
Así como los políticos de Arizona, los residentes de Río Verde Foothills están divididos sobre cómo resolver esto a largo plazo.
Quienes tienen pozos de agua en sus propiedades, rechazan que un organismo público asuma la distribución del recurso porque temen ser expropiados.
Otros tienen reservas sobre dejar el tema en manos de la iniciativa privada porque podría demorar mucho tiempo.
A pasar de la falta de consenso, y de agua, las construcciones en Río Verde Foothills no paran.
«Nos ahogamos en desarrollo urbanístico aquí (…) pero no podemos tener un desarrollo fuera de control con un problema real de falta de agua«, dice Rusty Childress, un fotógrafo de 64 años.
«Desde el comienzo, el problema fue que estábamos en negación. Nadie creía que esto podría ocurrir», agrega Childress, quien colocó en el frente de su casa un cartel que advierte «Compradores, ¡cuidado!, no hay agua en Río Verde».
«No lo puedo creer», dice Lothar Rowe, un inmigrante alemán que compró una hacienda en la región hace más de veinte años.
«¡Estamos hablando de Estados Unidos! Fueron a la luna, están tratando de ir a marte, y aquí no tienen agua».
Con 50 caballos a su cargo, el hombre de 86 años resolvió su problema inmediato comprando por medio millón de dólares un terreno con un pozo para extraer agua.
Mientras tanto, los Walker continúan dependiendo de la lluvia.
Por: Romain Fonsegrives
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