París, Francia.

Escenario de un voraz incendio en 2019, la catedral de Notre-Dame de París sigue revelando sus secretos de construcción a medida que avanza su rehabilitación, como el uso de grapas de hierro para mantener la solidez de su estructura.

Ese corsé de hierro fue utilizado desde el inicio de la construcción, a partir del año 1160.

Un siglo después, con el templo prácticamente terminado, Notre-Dame pasó a ser el edificio construido más alto de su época, con una bóveda que culmina a 32 metros, según un estudio  publicado en la revista PLOS de la Academia de Ciencias estadounidense.

«No se sabe aún muy bien cómo se atrevieron, y lograron, sus constructores levantar esos muros hasta esas alturas», explica a la AFP el arqueólogo Maxime L’Héritier, principal autor del estudio.

La documentación de la época es «realmente muy escasa», así que «solo puede hablar el monumento», explica este profesor de historia medieval de la Universidad Paris-8.

El incendio del 15 de abril de 2019 ha puesto al descubierto el uso masivo de grapas de hierro forjado.

Algunas aparecieron después del desplome del armazón de madera del tejado. Otras cayeron cuando algunas piedras cedieron ante el calor del gigantesco incendio.

La colosal obra de reconstrucción del tejado era una ocasión idónea para confirmar esos hallazgos.

Los primeros constructores 

La catedral podría contener más de un millar de grapas, de todas las tallas, entre 25 cm y 50 cm de largo. En algunos casos pesan varios kilos.

Su función es mantener el ensamblaje de los sillares de la nave del templo, de las columnas del coro, de las piedras en los muros de las tribunas superiores o de los elementos que ornan las cornisas.

«Es la primera vez que se utiliza masivamente el hierro en una catedral gótica, en lugares muy específicos», indicó el arqueólogo.

El estudio recuerda que el uso de las grapas era conocido desde la Antigüedad, desde los templos griegos al Coliseo de Roma.

Pero en esos casos eran utilizados solo para los grandes sillares en la base, sobre los cuales se erigían los pisos superiores.

Notre-Dame supone una concepción «mucho más dinámica de la arquitectura, en la que se tiene en cuenta el movimiento de las estructuras, y las fuerzas que se ejercen en todas direcciones», explica L’Héritier.

Los primeros albañiles utilizan las grapas en los muros de las naves laterales del templo, en 1160. Ese uso se prolonga luego en las partes superiores, a lo largo de más de 50 años.

Una técnica imitada 

Ese uso generalizado de las sujeciones de hierro será imitado luego en las catedrales de Soissons (norte de Francia), de Chartres y de Bourges (centro norte y centro).

La técnica cayó luego en desuso. Apenas en el siglo XIX el arquitecto francés Viollet-Le-Duc, que restaura Notre-Dame, descubre las grapas en las cornisas del catedral.

Las grapas son claramente visibles en las tribunas, pero los especialistas nunca pudieron tener a su disposición el templo totalmente vacío para examinar ese detalle arquitectónico.

Más de 200 expertos de todos los campos están cada día a pie de obra en el templo parisino, cuya reapertura al público está prevista en 2024, después de los Juegos Olímpicos.