Guatemala.

La exposición crónica a metales como cadmio y arsénico podría contribuir a toxicidad renal entre los cortadores de caña de azúcar, especialmente en situaciones de calor elevado y en cuadros de deshidratación.

Así lo sugiere un estudio realizado en Guatemala, que se alinea con otros que tratan de entender mejor esta enfermedad, que comenzó a describirse en la década del noventa en trabajadores rurales de El Salvador y Nicaragua.

Sin embargo, a la fecha, el origen de los nefrotóxicos, en general y en este estudio en particular, es desconocido. “Los niveles urinarios consideran todas las vías de exposición (a contaminantes) en conjunto, incluidas la ingestión, la inhalación, la piel y el tabaquismo”, explicó por correo electrónico a SciDev.Net, Jaime Butler-Dawson, autora principal del estudio y epidemióloga de la Universidad de Colorado (EE.UU.).

El trabajo, publicado en Journal of Exposure Science & Environmental Epidemiology, examinó en 222 trabajadores la relación de los metales pesados con distintos predictores de la enfermedad renal crónica de etiología no conocida (ERCu), comúnmente referida como nefropatía mesoamericana.

Los investigadores analizaron muestras de orina y volúmenes pequeños de sangre, tomados en tres oportunidades, entre noviembre de 2017 y junio de 2018. Los nefrotóxicos analizados fueron arsénico (detectado en el cien por ciento de las muestras), cadmio (hallado en 89 por ciento de los casos), níquel (en 99 por ciento de las muestras) y uranio (en diez por ciento de las pruebas).

Si bien los niveles detectados de cadmio y arsénico estaban dentro de los parámetros considerados no tóxicos -menos de 50 microgramos/litro para arsénico y menos de 1 microgramo/litro para cadmio-, los autores mostraron, en un análisis posterior, una relación positiva entre ambos metales con la baja tasa de filtración glomerular (un índice que señala qué tan bien funciona el riñón).

Asimismo encontraron una asociación “significativa” entre el cadmio y la alteración de niveles de la proteína NGAL, un marcador precoz de enfermedad renal.

Sin embargo, una hipótesis compartida por muchos especialistas apunta a que la patología tendría un origen multicausal, lo cual incluye factores como la contaminación y el calor extremo, factores sociales -pobreza, trabajos extenuantes- y cambios a nivel de los genes (epigenética).

Vicente Sánchez Polo, integrante del Comité de Nefropatía Mesoamericana en la Sociedad Latinoamericana de Nefrología e Hipertensión, quien no fue parte del estudio, señaló que “no hay duda” que los trabajadores de caña tiene más insuficiencia renal, ya que en ellos se da “una tormenta perfecta”: la exposición a contaminación ambiental por un lado y la deshidratación, el calor y el ejercicio extenuante por otro.

Por esto, el especialista guatemalteco afirmó a SciDev.Net que el trabajo aborda solo uno de los factores del problema.

Sin embargo, también aclaró que no es posible atribuir la enfermedad exclusivamente al trabajo con la caña de azúcar, sino que el fenómeno podría darse a nivel poblacional, por la exposición crónica a factores de riesgo en el ambiente.

“En menor escala”, dijo el especialista, todas las personas que viven en las regiones de Guatemala expuestas a calores extremos y a sustancias peligrosas como metales pesados “presentan el potencial de insuficiencia renal”.

Según el país centroamericano que se analice, la prevalencia de la enfermedad puede oscilar entre 14 y 42 por ciento en trabajadores rurales hombres. “En Guatemala la incidencia de enfermedad renal no tradicional es de entre 10 y 14 por ciento y es ya un problema de salud pública”, afirmó Sánchez Polo.

“Se ha encontrado enfermedad renal crónica no tradicional, por ejemplo, en obreros de la construcción en otros países porque están también expuestos a ese tipo de retos ambientales”, comentó, por su parte, Gerardo Arroyo, director de investigación de la Universidad de San Carlos de Guatemala, en diálogo por Zoom con SciDev.Net.

Actualmente, Arroyo encabeza una investigación en trabajadores del banano, palma africana y melón, de quienes se cree que también podrían padecer ERCu, una “enfermedad silenciosa” que, al final, requiere diálisis o trasplante renal.

Sánchez Polo y Arroyo coincidieron en que una legislación que garantice la hidratación, descanso y horarios por fuera de las horas de más calor para los trabajadores de la caña es necesaria para prevenir el avance de la enfermedad.

Para Butler-Dawson, monitorear los niveles de metales en la orina de los trabajadores, junto con el muestreo de agua potable periódicamente durante todo el año, así como después de cualquier evento natural no común —como actividad volcánica, fuertes lluvias o sequía—podrían ser otras medidas a implementar.

“Al recopilar mediciones ambientales repetidas de nefrotóxicos y al mismo tiempo recopilar datos de biomarcadores, podríamos observar el papel potencial de la exposición repetida a múltiples tóxicos y realmente comenzar a determinar las principales fuentes de exposición”, concluyó.

Por: Nicolás de la Barrera/ Scidev América Latina y el Caribe.