Para evitar que su principal depredador ataque sus nidos, las hormigas toro australianas, protagonistas del #Cienciaalobestia, han creado una molécula de veneno perfectamente adaptada para generar en este mamífero un dolor más duradero que una simple picadura. El estudio también podría tener implicaciones en la búsqueda de fármacos para personas con dolor crónico.
“Los venenos son cócteles complejos y, aunque el de la hormiga toro contiene moléculas similares a las de las picaduras de las abejas melíferas, que causan un dolor inmediato, también encontramos una nueva molécula intrigante y diferente”, explica Robinson, coautor del estudio que se ha publicado en la revista PNAS esta semana.
Al buscar en las bases de datos secuencias de aminoácidos similares, el biólogo descubrió que la molécula coincidía con la secuencia de las hormonas de los mamíferos relacionadas con el Factor de Crecimiento Epidérmico (FCE). De todas ellas, la que más se le parecía era la del equidna.
“Probamos la molécula del veneno en los receptores FCE de los mamíferos y era muy potente, lo que nos convenció de que la molécula del veneno estaba ahí para defenderse de ellos”, continúa. Los científicos demostraron que, aunque no causaba dolor directo, la molécula sí provocaba una hipersensibilidad duradera.
“Se puede ver claramente en el ADN de la hormiga está produciendo una molécula que imita una hormona de su enemigo natural y la está utilizando como arma contra él”, señala Robinson.
Muchos pequeños marsupiales carnívoros, como los bandicots, comen hormigas sueltas, pero solo el equidna ataca los nidos de estos insectos y sus crías. “Creemos que hacer que el equidna sea sensible al dolor [de manera más prolongada], no solo con una molestia inmediata tipo la de la picadura de abeja, puede disuadirlo de volver a los nidos”, comentan los investigadores.
Una vía para combatir el dolor a largo plazo
El equipo cree que los vínculos entre la señalización del FCE y el dolor crónico están cobrando fuerza y confía en que este estudio pueda inspirar nuevas formas de tratar el dolor a largo plazo.
Los fármacos inhibidores del FCE están disponibles en el mercado y se utilizan en la terapia contra el cáncer para frenar el crecimiento de los tumores, y hay pruebas que sugieren que los pacientes que los toman experimentan menos dolor prolongado.
“Esperamos que, al poner de relieve el papel de esta vía de señalización en el dolor, podamos fomentar diferentes estrategias para su tratamiento, especialmente el de larga duración, cuyo tratamiento es actualmente limitado”, concluye Robinson.
(Sinc)
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