México.
Desde 1995 se comenzó a construir lo que algunos especialistas consideran una máquina del tiempo, el Telescopio James Webb, que fue lanzado al espacio el pasado 25 de diciembre. Este instrumento se convertirá en el principal observatorio de la próxima década, debido a que permitirá estudiar desde los primeros resplandores luminosos después del Big Bang, hasta la formación de sistemas solares capaces de soportar vida. Será el primero en la historia de la astronomía en ver las galaxias más lejanas y antiguas.
“Con el James Webb podremos observar galaxias a diferentes épocas del Universo y, en particular, las primeras galaxias que se formaron hace más de 13 mil 300 millones de años atrás con el gas primigenio atrapado en las primeras estructuras de materia oscura. En realidad, los telescopios son máquinas de tiempo y mientras más potentes son, más lejos podemos observar, más lejos significa más en el pasado, porque la luz que emite un objeto le toma tiempo hasta llegar a nosotros”, explicó Vladimir Ávila, investigador del Instituto de Astronomía de la UNAM.
Se va a poder estudiar los efectos de la voracidad de los hoyos negros supermasivos que crecen en el centro de las galaxias y los efectos en general, energéticos, que tienen las explosiones de las estrellas, que tienen las estrellas jóvenes, todo esto a lo largo de la historia del Universo va a ser capaz de estudiarse con este poderoso telescopio.
James Webb viajará durante 29 días hasta llegar al punto orbital en el que permanecerá, esto significa que se ubicará aproximadamente a un millón y medio de kilómetros de la Tierra. En el diseño, desarrollo y construcción de esta misión científica participaron 14 países y cerca de 10 mil colaboradores.
El reto tecnológico del instrumento será permanecer frío para observar en el infrarrojo. Su diámetro es de 6.5 metros, para comparar el diámetro del Telescopio Hubble es de 2.4 metros, pero el James Webb no solamente es más grande que el Hubble, sino que también cuenta con cámaras y espectrógrafos muchísimo más sensibles; además, no va a observar en las longitudes de onda de lo visible como el Hubble, sino que en el infrarrojo. Este telescopio es tan sensible que con él se podría detectar el calor de un abejorro en la Luna.
“El James Webb desplegó un enorme parasol que es más o menos del tamaño de una cancha de tenis, hecho de cinco capas de un polímero muy especial que desarrollaron, con eso la temperatura detrás de ese parasol, donde está justamente el telescopio y sus cámaras, es de más o menos -240°C, mientras que, del otro lado, donde le da el Sol, la temperatura es de 80 a 100°C, es un bloqueador perfecto, increíble”, comentó Vladimir Ávila.
Webb también permitirá observar exoplanetas y estudiar las moléculas en su atmósfera que puedan trazar evidencia de vida. “En los siguientes cinco, diez años, que es más o menos el tiempo de vida de este telescopio, es muy probable que se tenga evidencia de vida más allá de nuestro planeta”, explicó el investigador.
Por: Karen Rivera/Canal 22.
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