Rio de Janeiro.
Las regiones costeras al norte y las áreas al sur de la desembocadura del río Doce en el estado de Minas Gerais, al sureste de Brasil, deben seguir siendo monitoreadas permanentemente para evaluar sus condiciones ambientales y biológicas tras el desastre ambiental ocurrido el 5 de noviembre de 2015 por el colapso de la represa de mineral de Fundão.
La ruptura liberó 50 millones de metros cúbicos de relaves de mineral de hierro, desplazando a varias familias y afectando 41 ciudades y ríos, incluido el río Doce. La represa pertenece a la minera Samarco, controlada por las mineras Vale y BHP Billiton.
Ahora un nuevo estudio que será publicado en la edición de marzo de Marine Pollution Bulletin que mapeó las rutas de los metales cuatro años después (noviembre de 2019) de ocurrido el delito ambiental, encontró que el río sigue siendo una fuente de dispersión de metales hacia el Océano Atlántico.
Los hallazgos corroboran los de otro de 2019 que había señalado la tendencia de dispersión hacia el norte.
El equipo recolectó muestras de agua y sedimentos del suelo en la región del estuario del río Doce y en estuarios y playas de tres estados: Río de Janeiro, Espírito Santo y Bahía. En todos ellos determinaron la presencia de metales en diferentes materiales, como partículas gruesas y finas de arena, y la composición de isótopos estables de carbono y nitrógeno.
Esta metodología combinada permite cuantificar metales y rastrear las fuentes y dispersión de materia orgánica para evaluar el impacto de la acción humana (antrópica) en los ambientes marinos. Como el ambiente tiene firmas isotópicas, es posible diferenciar un elemento del continente de un elemento marino.
Los metales tienden a adherirse a otros materiales, como la materia orgánica y las partículas finas de sedimentos, especialmente aquellas menores de 63 micrómetros, con un alto grado de retención de metales. A lo largo de los años, los relaves se han ido sedimentando en el fondo del río, pero pueden volver a estar biodisponibles en el agua debido a procesos que suspenden los elementos.
En la arena del estuario del río Doce con menos de dos milímetros, el estudio halló que el arsénico, bario, cadmio, cromo, cobre y níquel estuvieron por encima de las referencias mundiales de concentraciones en sedimentos estipuladas por la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos.
En la fracción de sedimentos finos, menores de 63 micrómetros, las muestras se enriquecieron con los metales de las partículas más grandes y con otros, como aluminio, plomo, hierro y zinc.
Según Échily Sartori, primera autora del estudio y estudiante de doctorado en Ecología y Recursos Naturales de la Universidade Estadual do Norte Fluminense Darcy Ribeiro (UENF), los resultados son preocupantes:
“Hay metales que causan efectos adversos al organismo, como cromo, cadmio, arsénico, plomo y níquel. Desde disfunciones celulares básicas hasta alteraciones motoras y neurológicas. Deberíamos preocuparnos desde los niveles más pequeños, especialmente en el caso de algunos elementos que son extremadamente tóxicos, como el cadmio”, observa.
La investigación apunta a que es posible esperar una mayor dispersión de partículas extremadamente finas, precisamente porque son muy pequeñas, capaces de viajar acopladas a la materia orgánica y a metales por largas distancias y son influenciadas por los vientos de la región.
Adicionalmente, el estudio aclara que la región estuarina sufrió eventos que resuspendieron los materiales sedimentados. Una vez devueltos al agua, viajaron a las regiones costeras al norte y al sur de la desembocadura.
Según el investigador de la UENF Carlos Eduardo de Rezende, también autor del estudio y mentor de Sartori, Samarco no especificó desde un inicio los contaminantes en el lodo arrastrados por el desastre, lo que habría facilitado la investigación al conocerse cuáles metales investigar.
“Dicen que el río ha vuelto a la normalidad. Si se observa la calidad del agua, puede encontrarse un nivel de recuperación, pero el material se sedimenta o los elementos se vierten en el océano con el tiempo. Hasta cuándo sucederá eso, no lo sabemos. El monitoreo debe realizarse cada década”, advierte Rezende.
Para Rachel Hauser Davis, que no participó del estudio y forma parte del Laboratorio de Evaluación y Promoción de la Salud Ambiental de la Fundación Oswaldo Cruz, la investigación es importante precisamente porque evalúa el transporte de materiales. Hay más investigaciones que comparan el nivel de contaminación en el río con los niveles previos a la falla de la represa, añade.
Davis es autora de un estudio que investigó, en 2017, la presencia de metales en sedimentos de la región del estuario del río Doce y su impacto en los peces, encontrando arsénico, cromo, manganeso, mercurio y selenio en algunas especies. “Puede que no esté en el agua o en el sedimento, pero sí en los animales. No tenemos una supervisión adecuada y una legislación actualizada”, evalúa.
El crimen en Mariana no es un caso aislado: hay otros que aún tienen repercusiones en el medio ambiente. Davis recuerda algunos, como el colapso de una represa de Vale en Minas Gerais en 2019, que causó 270 muertes y liberó 12,7 millones de metros cúbicos de relaves mineros, así como la ruptura de otra represa de una productora de papel en 2003, también en Minas Gerais, que vertió 1,4 billones de litros de lejía en arroyos y ríos.
SciDev.Net se comunicó con Samarco el 13 de febrero para saber si realiza monitoreos en las regiones del estudio, pero la empresa pidió que la comunicación fuese con la Fundación Renova, mantenida por Samarco, Vale y BHP Billiton y que gestiona las acciones de reparación después de la ruptura de la presa. Renova dijo por teléfono que no podía emitir un comunicado debido a la fecha límite para cerrar la nota.
Enlace al resumen del artículo en Marine Pollution Bulletin
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