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¿Por qué la gente muere de COVID-19? Este es el título del ensayo ganador del galardón Michelson Philanthropies & Science Prize for Immunology. En él, Paul Bastard, un experto en genética de enfermedades infecciosas, responde a algunas incógnitas en torno a la variabilidad de síntomas manifestados por parte de unas personas u otras en la COVID-19.

En los dos últimos años hemos sido testigos de la infección de millones de personas con SARS-CoV-2. El curso es muy variable. Algunas personas jóvenes han muerto, mientras que varios pacientes centenarios, que ya vivieron la pandemia de gripe de 1918, han sobrevivido a la COVID-19 sin experimentar síntomas respiratorios graves”, así arranca el artículo de Bastard que publica hoy Science.

El investigador del Instituto Imagine (IN-SERM, Universidad de París) y de la Universidad Rockefeller en Nueva York se interesó desde los primeros días de la pandemia por averiguar la razón por la cual esta infección era mortal solo para algunas personas.

“Cuando surgió la COVID-19 en Francia, fui a ayudar durante unas semanas al hospital donde trabajaba mi mujer», comenta Bastard. “Ella es pediatra y de la noche a la mañana se puso a atender a ancianos con una enfermedad desconocida. Todo el edificio se tuvo que dedicar exclusivamente a los enfermos de COVID-19. Personas que estaban sanas, de repente, necesitaban oxígeno y tratamiento en la UCI, y, por desgracia, a menudo morían. Me motivó para intentar comprender por qué ocurría esto”.

El investigador se dedicó al comienzo de la pandemia a ir en bici por todos los hospitales de París y de los de los suburbios cercanos para recoger muestras de sangre de pacientes de COVID-19 con una autorización especial.

Luego, a través del consorcio COVID Human Genetic Effort (CHGE), en el que participa con numerosos colegas de todo el mundo, ya fue posible reclutar a pacientes con distintos resultados clínicos de una manera más sistemática. El CHGE fue creado por Jean-Laurent Casanova, de la Universidad Rockefeller, y Helen Su, del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas.

“Cuando se creó el CHGE —señala Bastard— nuestra misión fue reclutar al mayor número posible de personas, ya fuera con una infección grave con riesgo de muerte o con síntomas leves o asintomáticos”.

Los investigadores secuenciaron después los exomas de estos pacientes para comprobar su hipótesis de que algunos individuos con COVID-19 potencialmente mortal tenían errores subyacentes en su sistema inmunitario.

El hecho de poder trabajar en el laboratorio de genética humana de enfermedades infecciosas de Casanova y estar afiliados al consorcio permitió al equipo obtener muestras rápidamente de un gran número de personas para sus estudios genéticos e inmunológicos.

Los resultados de secuenciación revelaron algo consistente en algunos de los pacientes hospitalizados que padecen covid-19 grave: un fallo en la señalización del interferón tipo I (IFN).

Autoanticuerpos que impulsan la covid grave

Los IFN de tipo I, que secretan las células cuando están infectadas, normalmente ayudan a combatir los virus. Sin embargo, en algunos individuos el organismo ha desarrollado previamente una respuesta autoinmune con autoanticuerpos que los atacan y bloquean su efecto antiviral, como observó Bastard. Esta reacción anormal puede entonces exacerbar la inflamación y la enfermedad.

La identificación de los autoanticuerpos contra el IFN como impulsores de la COVID-19 grave, especialmente en individuos de edad avanzada pero también en muchos jóvenes que presentan una infección potencialmente mortal, proporcionó pistas sobre las razones por las que la enfermedad es fatal en algunos individuos.

El patrón sugirió al investigador que las pruebas de detección podrían ayudar a identificar a aquellos con mayor riesgo de sufrir complicaciones mortales por SARS-CoV-2.

Como explica Bastard a SINC, “identificar a los pacientes que albergan estos autoanticuerpos antes de que se infecten por el coronavirus —o al menos al inicio de la enfermedad— permitiría a los médicos administrar un tratamiento preventivo para evitar el desarrollo de la covid más crítica. Hasta ahora, el tratamiento precoz, además de la vacunación, ha evitado la enfermedad grave. ¡Crucemos los dedos!”.

Una prueba de detección sencilla

Además, el experto señala que el cribado de autoanticuerpos contra los IFN de tipo I podría realizarse con relativa facilidad mediante una técnica denominada ELISA, utilizada habitualmente en los laboratorios de biología. Este tipo de prueba se puede hacer en pocas horas, dice. “Y tal vez un día podríamos incluso tener pruebas que den resultados en 15 minutos —como se hace con los test de antígenos de covid—, lo que realmente permitiría la atención inmediata de estos pacientes”.

Como parte de su estudio de los autoanticuerpos contra los IFN en personas con COVID-19, Bastard y los investigadores del consorcio descubrieron que su prevalencia parece aumentar con la edad en la población general, aunque los investigadores no saben por qué. “Ello podría deberse a que el envejecimiento del sistema inmunitario se vuelve más ‘tolerante’ con estos autoanticuerpos”, afirma.

En su artículo premiado escribe que estos autoanticuerpos podrían también desempeñar una función en muchas otras enfermedades víricas (como la gripe) que también aumentan su gravedad con la edad.

Bastard ayudó a otros investigadores a identificar un segundo factor subyacente a los efectos graves de la COVID-19: las mutaciones raras en los genes que controlan los IFN de tipo I, por ejemplo, el gen que codifica el receptor TLR7 que participa en el inicio de las respuestas de los IFN de tipo I. El cribado de estas mutaciones, aunque es un poco más difícil, también podría llevarse a cabo, según el experto.

“Disponer de información [sobre la presencia de estas mutaciones] antes de que las personas contraigan la  COVID-19  daría a los médicos la oportunidad de administrar los interferones que faltan a los pacientes para evitar una enfermedad grave”, subraya.

En conjunto, los datos de Bastard y sus colegas pueden ayudar a los médicos a formular el mejor tratamiento para los pacientes de riesgo, señala, a su vez, la revista Science en un comunicado.

Según Seth Thomas Scanlon, editor asociado de Science, “esta investigación [ganadora] destacó por su identificación excepcionalmente importante de los factores que pueden contribuir a la gravedad de la COVID-19, que pueden reconocerse antes de la infección, lo que permite proteger a las personas especialmente vulnerables. Este trabajo también puede explicar parte de la variabilidad observada en las respuestas inmunitarias a otros virus”, concluye.

Sinc