Montevideo.
A seis meses del final de la peor crisis hídrica que Uruguay vivió en su historia, el trabajo y la inversión son dos claves del país suramericano para afrontar un hipotético nuevo golpe de este tipo.
El 23 de agosto del pasado año, el Gobierno puso punto final a una emergencia que fue decretada 65 días antes tras una larga sequía que afectó el suministro de agua en los departamentos (provincias) de Montevideo y Canelones, así como también en otras localidades.
De hecho, el caudal de la represa de Paso Severino llegó a ser de poco más de un millón de metros cúbicos de agua, cifra muy alejada de los 67 millones que tuvo su embalse en noviembre de 2022.
Entrevistado por EFE, el presidente de Obras Sanitarias del Estado, Raúl Montero, subraya que lo ocurrido «fue muy duro», ya que se vivieron algunos extremos que no habían sucedido en la historia reciente del organismo responsable del abastecimiento de agua potable.
«Una situación muy dura a la que no escapa nadie. Si uno ve por el mundo es una situación que se repite en muchos lados, tuvimos soluciones que yo entiendo que fueron oportunas y valientes en el sentido de que fueron difíciles de tomar», indica.
En ese sentido, Montero hace hincapié en el hecho de que la OSE resignó calidad fisicoquímica en el agua para poder mantener una calidad bacteriológica que considera «fundamental» a los efectos de que el agua potable sea una barrera contra las enfermedades de transmisión hídrica.
El día que la emergencia llegó a su final, las tres líneas de bombeo que en la zona metropolitana abastecen a cerca de 1.700.000 de las aproximadamente 3.500.000 personas que habitan el país suramericano tenían unos 16 miligramos de cloruro y unos 30 miligramos de sodio por litro de agua.
Durante la emergencia hídrica los valores máximos permitidos fueron de 720 miligramos de cloruro por litro de agua y de 440 miligramos de sodio por litro de agua.
Por otra parte, la emergencia llevó a tomar diversas medidas como la entrega de partidas de dinero para la compra de agua a determinados grupos de sectores vulnerables y la exoneración impositiva para el agua embotellada. Además, se llevó a cabo una obra que permite bombear agua del río San José hacia la represa de Aguas Corrientes.
«Aumentamos la cuenca de Aguas Corrientes. Tiene la cuenca natural pero ahora le agregamos la del Río San José, que naturalmente desemboca aguas abajo, pero como tenemos un bombeo la podemos hacer llegar a Aguas Corrientes y eso implica unos 3.500 kilómetros cuadrados de cuenca que se suman a los 9.000 que tenemos en forma natural», indica Montero.
Más allá de esto, el presidente de OSE enfatiza: «Tenemos algo más, un poco más de recursos, pero también tenemos el conocimiento que es un poco intangible como fortaleza, pero es real. Ya pasó una vez. Hay cosas que hicimos, dieron resultado y podemos volver a hacerlo en la medida que veamos que tenemos un proceso de repetición de algunos fenómenos de déficit hídrico».
Por otra parte, destaca la importancia del Proyecto Arazatí, aprobado a finales de 2022 y que implica la inversión más grande en dicha área en los últimos 150 años del país, según anunció en su momento el presidente del país, Luis Lacalle Pou.
«Creo que el proyecto Arazatí nos va a dar esa posibilidad de tener mayor seguridad. Solamente 100 días de Arazatí funcionando son 20 millones de metros cúbicos y nosotros terminamos el 6 de julio con un millón», puntualizó Montero.
Este permitirá la construcción de una nueva planta potabilizadora en el departamento de San José para captar agua del Río de la Plata y bombearla hacia Montevideo.
«Creo que lo que vale es invertir y trabajar. Y en eso estamos», concluye Montero.
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