Francia.
El dióxido de carbono, un gas de efecto invernadero, es la principal causa de la acidificación de los océanos. Cada año, los océanos absorben alrededor de un cuarto de todas las emisiones CO2. Una vez en el agua, el CO2 se convierte en ácido carbónico, lo que la hace más ácida. La acidez se mide en pH o potencial de hidrógeno. Un valor por encima de 7 es alcalino, por debajo ácido.
Actualmente, nuestros océanos son un 30% más ácidos que en la era preindustrial. Todo esto contribuye a acelerar el calentamiento global. Cuanto más ácido es un océano, menos capaz es de capturar el dióxido de carbono que calienta el planeta y como el calentamiento global sube la temperatura del agua, esta puede absorber menos aún.
La acidez también tiene consecuencias nefastas para los ecosistemas marinos. Su aumento implica menos carbonato de calcio para moluscos, cangrejos o corales que los usan para formar sus caparazones y esqueletos. Esto los hace más frágiles y fáciles de enfermar. Pero también tiene efectos positivos. Favorece el crecimiento de algas y plancton, que son la base de la cadena alimentaria marina.
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