Por: María Luisa Santillán, DGDC-UNAM.

Justo cuando la cisticercosis era considerada un problema de salud pública en México y alrededor del 2% de los mexicanos morían por la enfermedad, la doctora Ana Flisser Steinbruch ingresó al Instituto de Investigaciones Biomédicas de la UNAM a estudiar este padecimiento.

En ese momento, era muy poco lo que se sabía sobre la cisticercosis. La doctora Flisser conocía a Taenia solium, el parásito llamado La Solitaria y responsable de la enfermedad, gracias a su formación como bióloga y a las clases que daba sobre invertebrados.

A la par de su ingreso al Instituto de investigaciones Biomédicas, cursaba el doctorado en Ciencias en el Instituto Politécnico Nacional, iniciando así una vida dedicada al estudio de la cisticercosis. Una de sus primeras aportaciones fue la edición del libro Cysticercosis. Present state of knowledge and perspectives, en 1982, el cual fue considerado la obra más importante sobre este padecimiento.

“Era un libro rojo. Se agotó. Mis colegas internacionales decían que era un libro rojo más exitoso que el de Mao”, recordó. Además gracias a este trabajo fue que el doctor Ruy Pérez Tamayo le dijo que “había brincado de las aulas de estudiante a la plataforma de investigadora en muy poco tiempo”.

Aportaciones mundiales

Entre sus primeros trabajos en el Instituto de Investigaciones Biomédicas se encuentra la realización de una técnica de diagnóstico inmunológico de cisticercosis humana.

“Durante un par de años, hacía mis tours por la ciudad de México; iba a todos los hospitales por muestras, porque lo primero que hacía falta era una técnica confiable y de fácil aplicación para el diagnóstico de la cisticercosis, no sólo en la clínica, sino en campo”, narró la investigadora.

Las muestras de líquido cefalorraquídeo (como controles) y de sangre (para estandarización) que conseguía la doctora Flisser sirvieron para montar dicha técnica, la cual era la única con la que se podía apoyar el diagnóstico clínico, pues en ese entonces no había técnicas de imagen y la técnica de fijación del complemento requería como muestra a dicho líquido.

En ese tiempo, se creía que la cisticercosis daba por comer fresas, lechugas o acelgas que habían sido regadas con aguas negras. Posteriormente, gracias a las técnicas de laboratorio aplicadas en campo, se descubrió que el principal factor de riesgo era la presencia en los hogares de un portador de la Taenia solium, mejor conocida como Solitaria intestinal.

Con este hallazgo, la doctora Ana Flisser cambió el concepto del control de esta parasitosis, el cual estuvo enfocado desde ese momento al tratamiento de los portadores de la Taenia solium.

“Fuimos los primeros en publicarlo. Hicimos una evaluación de técnicas para identificar al teniásico, para tratarlo y educarlo. Recibí apoyo de la Comunidad Europea y de Canadá para evaluar medidas de control.

Ya sabíamos que no eran las fresas, ni la lechuga lo que daba cisticercosis y eso era importantísimo, porque cambió todo el concepto económico, ya que en lugar de modificar toda el agua de drenaje que se usa para regar, el enfoque sería educara la gente”, explicó la investigadora.

A partir de ese momento, la doctora Flisser, quien recibió el Premio Universidad Nacional en Investigación en Ciencias Naturales por la UNAM en 2011, coordinó proyectos para evaluar medidas de control (educación, tratamiento y vacunación) y trabajó con sociólogos en el área de educación para la salud sobre este parásito, con el fin de que la gente lograra identificarlo y evitarlo.

Posterior a estos trabajos, se supo que la cisticercosis, causada por Taenia solium adulta, se adquiere por vivir cerca de una persona que, después de haber ingerido carne de cerdo mal cocinada e infectada por cisticercos (que son parásitos desarrollados a partir de huevos del parásito adulto), se desarrolla La Solitaria intestinal, desaloja los huevos del parásito y contamina su entorno.

En la actualidad, la doctora Flisser es investigadora del Departamento de Parasitología de la Facultad de Medicina de la UNAM. Considera que en México la cisticercosis se ha controlado y en 2010, junto con la doctora Dolores Correa, publicó un artículo sobre por qué esta enfermedad ya no debe considerarse un problema de salud pública. En él mostraron que a partir de 1990, en el Sistema Único de Información de Vigilancia Epidemiológica de la Secretaría de Salud tanto la neurocisticercosis como la teniasis son dos padecimientos que han disminuido su incidencia.

Asimismo, explicaron que esta situación pudo deberse al desarrollo y publicación de investigación científica mexicana sobre la enfermedad, al establecimiento del Programa Nacional de Control de Taenia solium con medidas como la Norma Oficial Mexicana para el Control y la Prevención del Binomio Teniasis/Cisticercosis en 1994 (en cuya realización participó la doctora Flisser) revisada en 2004, así como a la mejoría general en las condiciones de vida de los mexicanos.

Enfermedad controlada

Con más de tres décadas de participar en el desarrollo de la ciencia en nuestro país, la doctora Flisser ha sido formadora de múltiples generaciones de estudiantes y en la actualidad, además de sus trabajos de investigación, participa en dos proyectos importantes.

El primero fue la coordinación del Congreso Internacional de Parasitología que se realizó en México en 2014 y el cual se hizo por primera vez en un país en vías de desarrollo. El segundo es la coordinación del Plan de Estudios Combinados en Medicina (PECEM), cuyo objetivo es que los alumnos de la carrera de Médico Cirujano cursen, de manera combinada y simultánea, a partir del tercer o quinto semestre, estudios de doctorado con el fin de obtener, además del título de licenciatura, el grado de doctor en un plazo de ocho años.

De esta manera, Ana Flisser, además de haber participado en el conocimiento sobre cisticercosis y sus factores de riesgo, ha impartido más de 400 conferencias sobre esta enfermedad y su modo de prevención, para lo cual no se ha limitado a las aulas o auditorios, sino que en mercados ha llevado frascos con Taenia y cisticercos para decirle a la gente cómo identificarla y evitarla.

“Si le explicas a la gente y le enseñas cómo reconocerla pueden controlarla. Esa es la parte que a mí me ha emocionado mucho, porque empecé en mi vida profesional con una enfermedad que era un problema de salud pública y ahora cerré el círculo hacia una enfermedad controlada, no digo que no exista, es imposible, pero ya no es un problema que genere muchos casos y le cueste mucho al país”.