Berrechid, Marruecos.

«La cosecha ya está perdida». Abderrahim Mohafid tiene pocas esperanzas de salvar su producción de trigo este año con la poca lluvia que ha caído en Marruecos, golpeado por la sequía por sexto año consecutivo.

En la carretera que lleva a su pueblo en la provincia de Berrechid, en el oeste de Marruecos, los extensos campos están rasos.

En esta zona agrícola, conocida por ser la reserva de cereales del país, «el trigo ya debería estar a 60 centímetros» en esta época, se lamenta Mohafid, de 54 años, recorriendo sus 20 hectáreas donde casi nada ha crecido.

A unos kilómetros de su aldea de Oulad Mbarek, Hamid Najem está en la misma situación. Sus 52 hectáreas de trigo tierno y cebada «no sirven para nada».

«Nunca tuvimos un año tan duro«, cuenta este hombre, que también ronda los 50 años.

Más del 88% de las 155.000 hectáreas de terreno agrícola de esta provincia no son irrigadas y la mayoría de los campesinos dependen de la lluvia, según el ministerio de Agricultura.

Pero el país registra desde principios de enero un índice pluviómetro a la baja de 44% respecto al inicio de 2023. Y en paralelo se produce un aumento de las temperaturas de 1,8 ºC en comparación al periodo de 1981-2010, según las autoridades locales.

Los embalses están a un 23% de sus capacidades, mientras que el año pasado se situaban a un 32%.

En este contexto, las autoridades marroquíes han impuesto restricciones en varias ciudades, donde no se pueden lavar los coches o regar los campos de golf ni los jardines con agua potable.

«Impacto grave en la economía» 

Este sexto año de sequía «pone en peligro» la temporada agrícola, advierte el agrónomo Abderrahim Handouf.

Los agricultores, temiendo de nuevo la falta de agua, ya redujeron la superficie sembrada de cereales en noviembre (2,3 millones de hectáreas frente a entre cuatro y cinco millones de media en los años anteriores), explica a la AFP.

En su opinión, esta situación tendrá «un impacto grave en la economía» del país, donde la agricultura emplea a un tercio de la población y representa 14% de las exportaciones.

Este año, Abderrahim Mohafid pensaba mejorar su rendimiento con una técnica que permite preservar la humedad natural, pero es poco optimista con el resultado.

«La cosecha ya está perdida pero espero que lloverá en febrero y marzo para tener al menos algo con que alimentar al ganado», dice.

El panorama es un poco mejor para los grandes propietarios, como Hamid Mechaal, que puede contar con la irrigación para salvar sus 140 hectáreas de trigo, zanahorias y patatas, en el este de la provincia de Berrechid.

«Revisar» la política agrícola 

«Con la sequía, tenemos que irrigar 85%», y antes sólo era un complemento, explica el agricultor. Él, como otros 500 campesinos de la región, reciben una cantidad fija de 5.000 toneladas de agua por hectárea para «gestionar mejor» este recurso, precisa.

La Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ha criticado la «intensificación desordenada de la irrigación» en la zona de Berrechid en estas dos últimas décadas.

El modelo agrícola marroquí, centrado desde hace 15 años en la exportación, suscita muchas dudas.

Las necesidades nacionales se estiman a más de 16.000 millones de m3 de agua, de los cuales 87% para el sector agrícola, pero en estos últimos años sólo ha obtenido 5.000 millones, según el ministro del Agua, Nizar Baraka.

Para el agrónomo Abderrahim Handouf, «la política agrícola tendría que ser revisada a fondo».