Ginebra, Suiza. 

«¡Es asombroso!», dice Eric Vanoncini viendo cómo se despliega el texto generado por ChatGPT en una pantalla de un aula del cantón suizo de Ginebra.

«Esto puede llegar a desequilibrar una parte del mundo educativo tal y como lo conocemos, y plantea muchos interrogantes«, reconoce este profesor de inglés y filosofía durante un seminario para tratar de ayudar a sus colegas docentes a entender mejor esta herramienta de inteligencia artificial de libre acceso, que cada vez atrae a más estudiantes en todas partes del mundo.

Silvia Antonuccio opina que «es un descubrimiento interesante, pero al mismo tiempo preocupante«.

La profesora de italiano y español no es la única que se siente impotente ante esta nueva herramienta.

Los cerca de 140 participantes en los seminarios celebrados en el cantón suizo quieren aprender a tratar con el robot sabelotodo, que puede ser utilizado por cualquiera desde que la empresa californiana OpenAI lo puso a disposición gratuitamente en internet en noviembre.

ChatGPT puede generar disertaciones, anuncios publicitarios o líneas de código informático a pedido y en cuestión de segundos, y ya abundan las anécdotas sobre el uso más o menos sutil que hacen de él los estudiantes.

Juego del gato y el ratón 

Eric Vanoncini va directo al grano y le pide a ChatGPT que se presente.

Unos segundos después aparece en la pantalla un texto corto, bien escrito y sin errores ortográficos. Para el profesor, el resultado es «asombroso».

Su existencia no ha pasado desapercibida entre sus alumnos. Vanoncini recuerda a un colega muy decepcionado después de darse cuenta de que los progresos de sus alumnos no se debían únicamente a sus dotes pedagógicos.

«¿Qué podemos hacer?», pregunta un participante, frustrado, como muchos otros de los profesores en la sala.

Vanoncini admite que es un tema complejo. Además, estima que los programas creados para detectar el uso de ChatGPT y otras herramientas de inteligencia artificial no son la respuesta.

«La mayoría de los expertos en la materia coinciden en que no existe ninguna herramienta fiable al 100%«, explica. «Este asunto del fraude es un poco el juego del gato y el ratón», añade.

Huevos de vaca 

Pero ChatGPT comete errores que lo delatan.

Aunque puede producir textos que dan la impresión de haber sido escritos por humanos, es en realidad una herramienta de predicción de texto muy poderosa, explica Vanoncini.

«No fue creado para afirmar la verdad, sino para generar lo que es probable«, asevera.

Uno puede hacer a ChatGPT una pregunta basada en una suposición errónea y recibir una respuesta aparentemente lógica, pero equivocada.

«Le pregunté: ¿cómo se recogen los huevos de la vaca?», cuenta el profesor, provocando carcajadas de sus colegas.

ChatGPT recomendó ponerse primero guantes para evitar tener bacterias en las manos y después dio consejos para encontrar un nido de vaca.

Karim Aboun, profesor de contabilidad, lo ve como una forma de atrapar a los tramposos.

«Podemos hacer una pregunta que parezca probable, pero que en realidad contiene un error y así ver si los alumnos utilizan esta herramienta sin darse cuenta de que la pregunta es incorrecta», dice.

 ‘No le tengo miedo’ 

Otro participante lo ve como «una forma de democratización», ya que un mayor número de personas tiene ahora acceso a lo que antes estaba reservado a las clases sociales más acomodadas y educadas.

Vanoncini también señala los usos positivos potenciales en la educación, si los textos generados se utilizan como base para debates y análisis en las aulas.

También podría hacer que los educadores revalúen su forma de enseñar, centrándose más en el proceso que en los resultados.

«No le tengo miedo», dice a la AFP Christian Stamm, profesor de electrónica, para quien ChatGPT es una «herramienta para hacernos pasar al nivel superior».

«Hoy, todo el mundo utiliza calculadoras, pero aún así seguimos aprendiendo matemáticas en la escuela», dice.